Muchos de nosotros al oír hablar de la prevención de riesgos laborales reaccionamos con disgusto al recordar a un grupo de impertinentes que nos viene a recordar como tenemos que realizar nuestras tareas diarias de la forma más segura posible, “como si yo no lo supiera”, olvidando que la tarea de esa persona no es otra que mejorar, proteger y asegurar la integridad y salud en nuestros puestos de trabajo. Afortunadamente esa percepción esta cambiando y cada vez hay mayor conciencia en la necesidad de la prevención tanto por parte de las empresas como por parte de los trabajadores.
En mis más de diez años de experiencia he podido ver actitudes de todo tipo, desde el empresario que solo quiere evitar la sanción hasta el que hace de la seguridad de sus empleados una prioridad, desde el trabajador proactivo preocupado por su seguridad y la de sus compañeros hasta el que protesta porque las nuevas medidas de protección le impiden hacer su tarea como siempre la ha hecho, incapaz de comprender que el objetivo fundamental es su propia protección.
Cuando acudo a ver a muchos clientes les suelo contar la experiencia vivida en una importante empresa española en donde estábamos adecuando una máquina de carpintería, por su función una de las más peligrosas. Fuimos a poner una protección que debido a la complejidad de la máquina no era fácil. Hicimos las pruebas y comprobamos que no podíamos ponerla por lo que decidimos ir al taller a modificarla e instalarla al día siguiente. Le estábamos comentando esta incidencia al responsable de prevención de la empresa cuando se nos acerca un operario que utiliza a diario esa máquina a preguntar para qué sirve esa protección, cuestionando su utilidad, pues según él los accidentes se producen porque no se sabe utilizar la máquina. Tras un breve intercambio de opiniones nos retiramos a nuestro taller a hacer lo trabajos que teníamos pendientes.
Al día siguiente volvemos a la empresa a instalar las protecciones que habíamos adaptado en nuestro taller, preguntamos por el operario que manejaba la máquina y que al día anterior había cuestionado la eficacia de las protecciones y nos dicen que había sufrido un accidente en esa misma máquina que él tan bien conocía y para la que no eran necesarias las protecciones de seguridad. Nos quedamos perplejos y disgustados, lamentando que no hubiésemos podido poner esa protección el día antes y que hubiese evitado ese accidente. Aun así y después de lo ocurrido se nos acerca un compañero del operario accidentado cuestionando nuevamente la eficacia de las protecciones que estamos instalando, que son un gasto innecesario y que por la naturaleza de la fábrica el que haya un accidente de vez en cuado es normal. Le recordamos lo ocurrido con su compañero y él nos cuenta todos los accidentes que ha sufrido a lo largo de su vida, que eran muchos, cómo si estos formasen parte del trabajo y que la causa principal se debe a despistes y que son inevitables. Atónitos ante lo que estábamos escuchando terminamos el trabajo y nos marchamos.
Somos una empresa pequeña y nuestra única manera de sobrevivir es la consecución de la total satisfacción de nuestros clientes, haciendo siempre el mejor trabajo posible y que nos permita volver atrabajar con ellos. Así pues, regresamos a esa empresa al año siguiente y coincidimos con el trabajador accidentado, afortunadamente ya recuperado. Hablamos con él y nos reconoció la peligrosidad de su trabajo y que si hubiese estado la protección que pusimos el día después de su accidente este nunca se hubiese producido. Era sorprendente el cambio experimentado en la actitud del trabajador siendo el primero en respetar todas las normas de seguridad de la empresa e instar a sus compañeros al cumplimiento de las mismas. Es una pena que este cambio fuese consecuencia de un accidente, pero como muchas veces ocurre no es hasta que ocurre alguna tragedia que no nos concienciemos de la imprevisibilidad de un accidente, de las tareas inherentes a nuestro trabajo y el peligro que este conlleva, siendo la observancia de las normas de seguridad la única manera de minimizarlos.
Podría seguir contando un sinfin de anécdotas recogidas en todos estos años de desempeño profesional, pero no es mi intención aburrir a la audiencia extendiéndome innecesariamente. Solo terminar haciendo una pequeña reflexión a modo de conclusión a lo descrito anteriormente y es que la mejor prevención es aquella que forma parte inherente a la cultura de la empresa. Esto que es tan fácil de decir y tan obvio es en realidad lo más difícil, pues implica cambiar la cultura de empresa y sus costumbres en muchos casos fuertemente arraigada entre los directivos y los trabajadores resultando muchas veces una tarea de titanes. Sólo con un equipo preparado, motivado y experimentado es posible. Por último y cómo reflexión final, animaros a todos en perseverar en la mejora de la seguridad laboral y recordad que la mejor recompensa es volver a casa después de una jornada de trabajo en es mismo estado que salimos de ella.
Alejandro Prieto Herrero
Director Comercial ICONSA
Adecuación y Prevención de Maquinas e Instalaciones.
Especial agradecimiento a Juan Angel Moreno Belenes. Al que quiero agradecer el tiempo dedicado y felicitarle por su reciente paternidad. Un fuerte abrazo amigo.