Una deflagración, a media tarde del martes, en una mina de carbón de la provincia de Manisa, al oeste de Turquía, provocó el derrumbe de varias galerías. Según el último parte del ministro de Energía, Taner Yildiz, hay por el momento 205 mineros muertos y 80 heridos, cuatro de ellos en estado crítico. Es la mayor catástrofe minera de la última década en un país golpeado periódicamente por el drama de la siniestralidad laboral.
“Es terrible. Dentro están todos muertos”, lamentaba entrada la madrugada, a la prensa, un miembro de los equipos de rescate que trabajan a destajo en el lugar. Sus palabras hacen pensar en que la cifra de fallecidos podría aumentar en las próximas horas. En el instante del accidente, según Yildiz, había 787 trabajadores dentro de la mina. Más de 360 ya han sido rescatados.
Entre los fallecidos hay un niño de 15 años: Kemal Yildiz. El mismo tío del finado lo confirmó a la agencia de noticias Dogan en las cercanías de la morgue. “No tengo nada más que decir”, fueron las escasas palabras del familiar.
Las horas siguientes a la detonación se convirtieron en una lucha dramática a contrarreloj para rescatar a los que quedaban dentro, que salían con cuentagotas y entre lágrimas de hollín del agujero negro. En la mañana del miércoles, 18 horas después de la explosión, seis trabajadores fueron rescatados con vida.
Equipos de bomberos, especialistas de la Autoridad Carbonera de Turquía y unidades de la Media Luna Roja se desplazaron hasta el distrito de Soma, donde tuvo lugar el suceso.
Fuente: El Mundo