A lo largo de mi trayectoria profesional me he encontrado con numerosas situaciones, que ahora que comprendo cómo funciona nuestro sistema de señalización emocional, sé que eran fruto de “restos emocionales” no reciclados.
Me explico.
Es muy común que cualquier miembro del equipo (en cualquier departamento), incluido el directivo, responsable o supervisor de dicho equipo, a menudo se comunique con un lenguaje poco filtrado por la razón y la consciencia, usando frases dirigidas a compañeros, subordinados o clientes, portadoras de sustancias tóxicas en forma de tono irónico, volumen agresivo, gestos de superioridad, ademán despreciativo e, incluso, con contenido claramente “rabiactivo” y lleno de “quejorreas múltiples”.
Esto suele ocurrir por una falta de “reciclaje emocional” debido a un arrastre cultural miope, focalizado únicamente en lo tangible, lo lógico y racional, más “aparentemente productivo”, pero que no alcanza a ver el poder de lo intangible (emociones, relaciones, clima, empatía, asertividad, descanso, conciliación vida laboral-familiar…) sobre la productividad y los resultados económicos.
Esto, que significa que no le prestamos importancia al ámbito afectivo humano, quedando impresos dentro de nosotros sentimientos repetitivos en forma de “basura emocional”, termina echando a perder el compromiso del talento que compone la organización, y con ello, la pérdida de su valor como aporte clave a la estrategia competitiva.
¿Qué podemos hacer?
El primer paso es “privatizar la basura”.
Si la basura es tuya, te tienes que interesar tú por ella y no dejar que sean otros los que “carguen con lo tuyo” y mucho menos que “lo tengan que limpiar”.
Tus rabias, frustraciones, miedos, tristezas y ansiedades ante la realidad diaria, deben ser atendidas mucho antes de que se conviertan en basura y terminemos “vomitándola” encima de otros, en forma de broncas, mala o nula comunicación, prisas, poca claridad en los objetivos, exigencias más allá de lo alcanzable, confusión en lo que esperamos de los demás, etc.
A modo de check-list, propongo la siguiente lista de ejercicios diarios para cada uno de nosotros, miembros de cualquier organización:
- Aceptar lo que siento (darme cuenta, ser consciente).
- Señalizar la emoción antes de que se degrade (expresar lo que siento, aunque sea desagradable, de forma asertiva, respetuosa).
- Enfocar la luz de la consciencia (poner atención en la emoción).
- Buscar algo de provecho o nutritivo de ella (las emociones indican siempre algo importante de nosotros).
- Comprensión de la “oposición” (el otro puede ser el resorte que dispara nuestra emoción, pero no es el culpable de ello).
- Cambiar la mirada, de la orilla despreciativa a la orilla apreciativa (tratar de ver lo que ocurre, como si buscáramos un tesoro).
- Ampliar la consciencia (para “ver” más allá).
- Cuidar de no contagiar a los demás con mis creencias, juicios y prejuicios, que probablemente dispararon la emoción (sobre todo si somos directivos o responsables de otras personas).
Las emociones y los sentimientos suelen ser “luz” con distintos tipos de filtros. El filtro del miedo, de la frustración, la tristeza, la rabia, el optimismo ilusorio, el pesimismo obsesivo, etc.
En nuestra voluntad está ser conscientes del tipo de filtro que estamos usando para ver lo que ocurre más allá de nuestra piel.
Si además somos capaces de “acompañar” a nuestros colaboradores y compañeros en esta difícil y ardua tarea de detectar los filtros que usamos y evitar contagiar con ellos a los demás, estaremos dando un salto cualitativo tremendo (como personas y como profesionales).
¿Cómo se acompaña a otros? Interesándonos por su percepción. Preguntando cómo ven lo que está ocurriendo en el equipo y la empresa, cuál es su punto de vista sobre los objetivos que queremos conseguir, sobre lo que esperamos de ellos y lo que pueden esperar de nosotros.
Preguntar por sus intereses personales para tratar de alinearlos con los organizacionales, o llegar a la conclusión de que son incompatibles. Y cuanto antes mejor.
La clave está en atravesar lo aparente, traspasar la superficialidad en la que a menudo nos instalamos.
De esta forma, estaremos transformando el “miedo ambiente” en “medio ambiente ecológico” donde poder expresarse sin miedos.
También tenemos que revisar nuestros propios brillos superficiales y alegrías huecas que nos impiden ver éxitos cercanos y tangibles, para poder celebrarlos de manera genuina y contagiar satisfacción, confianza y entusiasmo a nuestro alrededor (facilitadores de colaboración y proactividad).
Todo esto permitirá que nuestros equipos se abran y depositen su confianza en los demás y en nosotros mismos, ampliando el compromiso y la identificación con la tarea, el proyecto, los objetivos y la empresa.
Entonces estaremos en el camino de la excelencia organizacional.
¿Y tú, te apuntas a revisar tu basura emocional?
Artículo inspirado en la conferencia “Cómo reciclar la basura emocional”, de Fidel Delgado
Fuente imágenes: unlaberintodeemociones.wordpress.com
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