Últimamente estamos bombardeando por todos los flancos la necesidad de que las organizaciones empresariales sean cada vez más saludables.
Y para que una organización pueda considerarse saludable no basta con tener un sello que lo certifique (que está muy bien, pero sabemos que no es garantía 100%), al igual que ocurre con los sellos de calidad.
Además son necesarias una serie de prácticas (saludables) presentes y una serie de prácticas (perjudiciales) ausentes.
Estas prácticas deben ser coherentes con la definición de salud que nos dio la organización mundial de la salud (OMS) y que está en vigor desde el 7 de abril de 1948 (aunque todavía no la hemos interiorizado):
La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.
Por tanto, una organización que quiere ser saludable (aunque solo sea por negocio) debe empezar por eliminar, atenuar o minimizar factores de riesgo físico y psicosocial para las personas.
Estos factores de riesgo van desde la limpieza e higiene, pasando por la seguridad de los recursos físicos hasta aspectos más intangibles de organización, cultura y liderazgo (pero igualmente medibles y con un tremendo impacto en los resultados).
Una vez eliminados o reducidos los factores de riesgo, el siguiente paso es incorporar, aumentar u optimizar recursos personales, de tarea, sociales y organizacionales necesarios para obtener resultados excelentes.
Estas prácticas saludables van dirigidas a todos los niveles (organizacional, grupal, individual y tarea) y no tienen por qué ser las mismas para todas las empresas. Es más, cada empresa debe adoptar y adaptar sus propias prácticas en base a sus valores, estrategia y objetivos.
Sin entrar en el detalle de todas estas prácticas (si quieres profundizar un poco más, puedes leer este artículo), puede parecer que trabajar en una organización saludable supone un auténtico “chollo” para el empleado.
Un empresario de cualquier Pyme o MicroPyme podría pensar que su organización se va a convertir en poco más o menos que un paraíso laboral donde las personas van a ir a pasar un día de campo o playa, con música relajante, tomando zumos naturales y haciendo meditación.
Nada más lejos de la realidad que esta imagen de “buenrollismo” como proyección de una organización saludable.
Paradójicamente, una organización saludable es muchísimo más exigente e inteligente que una organización tradicional porque mide a sus empleados por su productividad y no por el número de horas que pasa allí dentro.
Lo que sí cambia es el clima que se respira. Un clima de mayor confianza y seguridad psicológica donde se puede expresar opiniones y sugerencias sin miedo a represalias.
Porque deja bien claro y definido lo que se espera de las personas en cuanto a roles, tareas y objetivos, así como lo que las personas pueden esperar de la organización.
Es decir, la organización entrega recursos a las personas y éstas entregan resultados a la organización.
Es un toma y daca en toda regla. La estrategia óptima que podemos ver en la teoría de juegos, donde hay relaciones iterativas (continuadas o de largo plazo).
Este tipo de empresas son un caldo de cultivo de profesionales responsables, con talento, muy comprometidos y deseosos de hacer un buen trabajo por el que saben que van a ser reconocidos.
Donde se dan más estratagemas, juegos de poder, postureos, absentismo, presentismo y demás artificios poco sostenibles es en aquellas empresas con culturas individualistas con distancia de poder, muy orientadas al resultado pero sin énfasis en el proceso o los medios empleados.
Es, precisamente, en estas empresas “tradicionales” donde se pueden observar más compartimentos estancos en sus diferentes áreas o departamentos; donde la comunicación es poca (si la hay), ambigua y tóxica a menudo.
Este tipo de empresas son un caldo de cultivo de profesionales irresponsables, con talento para el postureo, poco comprometidos y deseosos de ser “condecorados” por un trabajo en el que prácticamente no han participado.
Es en este tipo de empresas “clásicas” donde hay más disputas frecuentes por buscar culpables en lugar de soluciones y las diferencias entre personas y/o departamentos son percibidas de forma empobrecida en vez de ser usadas para enriquecer o complementar puntos de vista y mejorar procesos.
Si las empresas supieran el buen negocio que es ser saludable, serían saludables aunque solo fuera por negocio.
¿Y tú, todavía sigues creyendo que si tu organización es saludable se convertirá en un paraíso de empleados?