Hoy en día, la conquista del bienestar se ha convertido en una meta deseada tanto a nivel personal como organizacional. Ya son muchas las empresas que se han dado cuenta de que cuando ponen el foco en el bienestar de sus empleados, lo están poniendo en su negocio. Sin embargo, no son pocos los clientes que nos comentan que, a pesar de poner en marcha acciones orientadas a mejorar los hábitos saludables de sus empleados, no consiguen los resultados que desean.
Para nosotros, cualquier acción que conlleve un beneficio directo sobre el bienestar del empleado siempre va a ser mucho mejor que no haberla llevado a cabo. Sin embargo, creemos que hay factores clave que pueden obstaculizar que un programa de bienestar corporativo no tenga el éxito deseado y, creemos que dos importantísimos son: que no haya una buena campaña de comunicación acompañando a esas iniciativas y; sobre todo, que se pase por alto la importancia de formar a los empleados en las herramientas necesarias para superar su resistencia a poner esas acciones en marcha.
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Más allá de los programas de bienestar corporativo, en nuestra sociedad actual, no podemos cuestionar que la información sobre temas de salud y bienestar está al alcance de nuestra mano. Las cadenas de televisión hablan de salud, e incluso crean proyectos en los que ponen en marcha acciones para potenciar hábitos saludables. También encontramos información en prensa escrita, Internet, o incluso a través de aplicaciones móviles. Sin embargo, según un estudio realizado por Eurostat el pasado mes de octubre, el 15,9% de la población europea es obesa y un 35% más estaría en la categoría de sobrepeso. Por otra parte, según la encuesta “Mitos y Errores en Alimentación de la población española” presentado en el 2016 por la “Fundación Española del Corazón”: “uno de cada 5 españoles considera que su dieta merece un suspenso”. Curiosamente, el Doctor Carlos Macaya, Presidente de la FEC, indicó al periódico El Mundo que “el grado de información que tiene la población sobre la dieta es aceptable, pero luego no cumplen las recomendaciones”. Y más allá de encuestas y datos estadísticos: ¿quién no conoce a alguien que haya abandonado el gimnasio a mitad de suscripción, haya empezado a fumar después de meses sin haber tocado un cigarro, o haya dejado su dieta para adelgazar sin haber obtenido los resultados deseados? Quizá tú mismo te sientas identificado en alguna de estas situaciones. ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué somos capaces de mantener hábitos autodestructivos a sabiendas de que estamos dañando nuestra salud?
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Nosotros sabemos que la información y formación en hábitos nutricionales saludables, en actividad física o en hábitos de salud en general, son esenciales. Sin embargo, creemos que los principales obstáculos para incorporar estos hábitos en nuestra vida tienen sobre todo un origen mental y emocional. Hay veces que nuestra mente funciona a nuestro favor y; otras veces, se empeña en boicotearnos sin escrúpulos, haciendo que nos alejemos de aquello que queremos conseguir. Esta es la razón por la que en WakeUp! Consulting, no entendemos un programa de bienestar corporativo sin un enfoque integral que atienda la parte informativa sobre nutrición, actividad física y hábitos saludables pero, al mismo tiempo, dote a la persona de esas herramientas esenciales que le ayuden a gestionar su mente y sus emociones para conseguir sus retos de salud. Puedes tener la información sobre lo que es bueno para ti pero, ¿de qué te sirve si eres incapaz de transformarlo en hábitos que se traduzcan en salud y bienestar a corto, medio y largo plazo?
Si tenemos en cuenta todo lo anterior, ¿cuáles serían según nuestro criterio y experiencia algunos de los principales obstáculos a la hora de conquistar el bienestar?:
1.- La falta de definición en nuestras metas de salud
Muchas veces no se trata de no tener metas de bienestar porque, más o menos, todos podemos sentir que hay algo más que podríamos hacer para mejorar nuestra salud. Sin embargo, no terminamos de definir claramente y de forma específica las acciones que nos van a llevar a conseguir esas metas. Hablamos más del deseo que de los pasos concretos que nos van a conducir a él. Todo se queda en un plano tan abstracto, que materializarlo en acciones concretas se hace muy difícil. Por ejemplo, no es lo mismo decir “me gustaría tener más horas de sueño” que “voy a acostarme todos los días a las 11 de la noche”. La primera afirmación se queda en el plano de la intención; mientras que la segunda es algo concreto que, en efecto, me puede llevar a materializar mi deseo de dormir más: “la acción más pequeña vale más que la intención más grande”
2.- Baja tolerancia a la frustración
Para conseguir nuestras metas hay que pensar en el largo plazo, tenemos que construir una visión ilusionante de lo que va a suponer para nosotros lograr esas metas de salud. Sin embargo, muchas veces no somos capaces de tolerar la frustración implícita a tener que renunciar a esos placeres inmediatos que nos bombardean los sentidos, cayendo fácilmente en la tentación. Para romper con ese deseo inmediato y pensar en el beneficio futuro, podemos poner en práctica la “regla del 10-10-10” que consiste en pensar en el impacto que va a tener la decisión que ahora estás tomando en los próximos 10 minutos, las próximas 10 semanas y los próximos 10 meses. ¿Qué impacto tendrá esa pieza de bollería que deseas comerte ahora mismo? Quizá durante los próximos 10 minutos te va a provocar placer pero, ¿qué repercusión tendrá en tu salud si ese hábito lo mantienes en las próximas 10 semanas, 10 meses e incluso 10 años?
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3.- Resistencia al cambio
Todos sabemos que los hábitos no son nada fáciles de cambiar. Nos aferramos a ellos, pensamos en lo que nos vamos a perder si renunciamos a ellos e incluso llegamos a creer que no podemos cambiarlos. Hay una frase que dice que “los buenos hábitos son tan adictivos como los malos hábitos, pero más beneficiosos”. Dicen que cuesta 21 días instaurar un nuevo hábito. Nuestra recomendación es que encuentres sustitutos saludables para tus malos hábitos y que los empieces a poner en marcha. Date un margen para comprobar los resultados y, si estos son positivos, ahí tendrás una buena fuente de motivación para persistir en el intento.
4.- Miedo al fracaso
El no haber conseguido nuestros objetivos de salud en ocasiones anteriores, puede ser un lastre de cara a volver a intentarlo. Tememos que no conseguirlo pueda mermar nuestra autoestima, o quizá que vaya a evidenciarse que no hemos sido capaces de conseguirlo. ¿Cuántas veces ocurre que las cosas no se consiguen a la primera? Que no lo hayamos conseguido en el pasado, no quiere decir que no lo vayamos a conseguir nunca. “Si el plan A no funciona, recuerda que el abecedario tiene 27 letras más. El miedo se diluye actuando, dando pequeños pasos en la dirección que queremos tomar.
La superación de estos factores tiene tanta importancia o más que toda la información sobre salud y bienestar que podamos tener en nuestras manos. Nuestra mente puede ser nuestra gran aliada o nuestra gran enemiga a la hora de conseguir nuestras metas. Sólo nosotros podemos decidir a cuál de esas dos le dejamos espacio en nuestras vidas.
“Pregúntate si lo que estás haciendo hoy, te llevará a donde quieres estar mañana” (Walt Disney)
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