“No me explico que un hecho tan importante, dentro de su sencillez, no haya fijado más la atención de los filósofos. Muchos han definido al hombre como un animal que ríe” Henri Bergson
Se acercaba fin de año y de nuevo como si fuéramos presa de un extraño encantamiento volvíamos a pasar revista de los accidentes ocurridos en los últimos 365 días, como siempre el mismo tipo de causas básicas ante nuestros ojos, el mismo tipo de trivialidades, el mismo tipo de anomalías tan humanas y cotidianas en nuestra especie como pueriles y obscenas:
Despiste, distracción, imprudencia, falta de atención, pérdida de concentración, somnolencia, actos inseguros, incumplimiento de órdenes, imprudencias, excesos de confianza, motivaciones inadecuadas, comodidades, prisas, repetitividad de las tareas, monotonías, falta de habilidad, posturas inadecuadas, sobresfuerzos inespecíficos…factores humanos, muy humanos, quizás demasiados humanos…
Todos esos datos no dejaban de ser pura pornografía para todos aquellos ojos que abrazaron el credo de la accidentalidad cero a primeros del presente siglo. Y sobre todo para todos aquellos poderosos que desde su privilegiada atalaya acostumbraban a elevar su voz alarmada e iracunda contra los infieles contratistas:
¡Encima os regocijáis con vuestros datos! ¡Es que no tenéis pudor! ¡Por favor disimular un poco! ¡No es de recibo este tipo de accidentes! ¡No es de recibo que deis partes de tantos accidentes con tan denostada trivialidad! ¿Cómo es posible que un trabajador responsable se distraiga en el trabajo y llegue a cometer errores que le lleven a accidentarse? ¿Cómo es posible que una persona responsable tropiece? ¡Irresponsables despistados! ¡Empresas como la vuestra hace que incumplamos nuestros objetivos de accidentalidad! ¡Con todas las inversiones realizadas! No merecéis trabajar para nosotros. Ya os avisamos a primeros de año que no queríamos volver a tener accidentes de este tipo…
Pero señor ¿Qué más podemos hacer? Cambiamos el tipo de bota para no sufrir torceduras, dimos formaciones diversas, les avisamos a todos de que prestarán atención, estábamos vigilantes para que no se despistarán ni un segundo, a los que parecían no estar despiertos los castigábamos y sancionábamos como nos pedíais, y con ello lo más que conseguimos fue sembrar el miedo en toda la empresa y cuanto más nerviosos y miedosos estaban tanto más se confundían y accidentaban, cada vez que difundíamos la ocurrencia de un accidente al resto de compañeros aumentaban su estado de nerviosismo, la tensión, las confusiones…al final con el miedo llegó el caos, errores tras errores accidentes y tras accidentes, sanciones tras sanciones…
El responsable de prevención totalmente desanimado, humillado y desalmado ante la inescrutable realidad de los acontecimientos no podía más que tirar la toalla y deseaba con todas sus ganas abandonar su ingrata profesión y dedicarse a cualquier otra cosa algo menos comprometida y mucho más a la bajura del ser humano. ¡Ya está bien de buscar lo imposible!: “Es imposible no despistarse, es imposible no confundirse…es imposible del todo, todos somos humanos, todos cometemos errores, en el trabajo, en la vida, en el amor… ¡El hombre es una realidad imperfecta!, hace tan solo unos miles de años no éramos más que meros simios asustadizos incapaces siquiera de calentar con decencia un simple trozo de carne cruda, y quién sabe si dentro de unos años no dejaremos todos de existir, historias de gusanillos son las nuestras…”
Enojado se subió a su automóvil puso la radio como de costumbre pero misteriosamente o por efectos de coincidencias o sincronicidades inadvertidas sonó una extraña canción, muy alejada de los empalagosos villancicos navideños acostumbrados por esas fechas, aquella letra y ritmo hicieron que se olvidará por momentos de lo acontecido y su pensamiento se permitió transitar por unos instantes por senderos oblicuos:
“como un virus que se extiende y se contagia de tumor a suspiro, como un hongo que crece sin mi permiso y desarmado dejo que me envenene…”
Un virus…un virus…un virus…La palabra virus se fue apoderando de su mente como una obsesión fatal.
¿Por qué no pensar que todos somos simples víctimas de la extensión de un virus iracundo? Pero si eso fuera así ¿Qué podríamos hacer frente al virus que se extiende? ¿Cómo combatir un posible virus? ¿Es posible combatirlo? ¿Existen virus de naturaleza inmateriales? Fortalecer el sistema inmunológico, ¿no es ese es el único camino posible para vencer a los virus? Si nuestro sistema inmunológico es fuerte y reconoce al virus como un intruso indecente quizás podríamos expulsarlo antes de que pueda entrar en nuestras células mentales y salvarnos de su propagación. Pero ¿Cuál es el virus que nos castiga?
Un virus…un virus…un virus inmaterial…
¿En qué momento nos creímos perfectos? ¿Cómo fue que llegamos a pensar en el trabajador perfecto que no se cansa, que no se despista, que no se accidenta? ¿Un trabajador perfecto? ¿Una empresa perfecta? ¿No estaremos buscando máquinas? ¿Es que somos máquinas? ¿Cómo fue que los índices llegaron a importar más que las personas? ¿Es que somos números? ¿Cómo fue que el sistema de gestión empezó a ser más importante que las personas a las que sirve? Máquinas, números, índices, sistemas…. ¿no es ese el virus de nuestro tiempo?…Y no es ese el mismo virus que pasó a mediados del siglo XX por aquel lugar llamado Auswitch que con solo oírlo a todos los europeos nos avergüenza y nos pone la piel de gallina: todos estos pensamientos no dejaron de pasar por su mente, todos esos pensamiento no dejaron de vagar por sus sueños. ¿Qué tendrá que ver Auswitch con la accidentalidad de la empresa?
En medio de la fría noche una gran carcajada se apoderó de su espíritu que navegó por Los tiempos modernos, La vida es bella y otras tantas comedias donde se trataba de modo hilarante el trabajo, la fábrica, la vida, y comprendió con ello que incluso algo tan doloroso como Auswitch podría ser tema para el humor y de risa… Si algo diferenciaba a lo humano de lo maquinal era su capacidad para reírse incluso de sí mismo ¿Cómo es que nadie suele reírse en el trabajo? ¿Cómo es que si alguien se ríe inmediatamente pensamos que no está trabajando? ¿No será el virus del malhumor lo que nos está matando? ¿Y los accidentes no tienen incluso en el fondo su lado cómico? No nos reímos cuando alguien despistado tropieza y sufre una caída, o cuando choca con ese cristal que no se ve, o cuando por error activa el botón inadecuado y algo raro ocurre. Somos afortunadamente animales imperfectos y la vida muchas veces nos sale así de mal y eso queramos o no, nos provoca necesariamente la risa.
En ese momento comprendió que el único modo de vencer al fatídico virus que nos afectaba era mediante la inoculación de grandes dosis de humorismo, porque sin humor era radicalmente imposible hacer prevención.
Se acercaba el día 31 de diciembre, final de año. Lo cual para los paganos como yo no deja de ser la celebración del sol invictus. Un momento propicio para dejar atrás todo lo negativo y oscuro e iniciar el nuevo año con renovadas fuerzas.
Como afirma Eduardo Jáuregui “El humor reduce el estrés, potencia la salud mental y física y favorece la motivación, la creatividad y la comunicación…El trabajador de las culturas agrícolas, artesanas y mercaderes de todo el mundo combinó durante miles de años su labor con la canción, la conversación y la risa. Fue sólo a partir del desarrollo de la ética protestante del trabajo como virtud o deber y más adelante con la revolución industrial que comenzó a surgir esa división tan clara entre horas de sacrificio laboral (las mayorías) y las horas de ocio y libertad (pequeña reserva)”
Pero ¿qué tendremos que ver nosotros los habitantes sureños del mundo con el protestantismo?
Que 2018 nos traiga a todos mucha clownprevención
Todos los que cada día hacemos Prevencionar os deseamos Feliz Navidad y un Próspero Año 2018
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