El contrato psicológico se establece entre empleado y empleador al mismo tiempo que el contrato formal o mercantil. Sin embargo, la diferencia radica en que el contrato psicológico queda en forma de expectativas en las respectivas mentes. Si estas expectativas no se ponen encima de la mesa y se “liman”, a posteriori será fuente de insatisfacción y pérdidas para ambas partes.