Los servicios de prevención ajenos se erigen como la modalidad preventiva con mayor capacidad de adaptación y respuesta a los retos de la edad que plantea el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo
El pasado 28 de abril celebrábamos el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, una conmemoración anual que fue establecida por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con el objetivo de promover un trabajo seguro y saludable y para recordar a las víctimas de los accidentes laborales y las enfermedades profesionales. Tomando este fundamento como la razón de ser básica de este día, el lema de este año se refiere a la edad como una cuestión concreta que es necesario abordar: “jóvenes y trabajadores, generación segura y saludable”.
Con motivo de este objetivo concreto, el Instituto Nacional de Seguridad, Salud y Bienestar en el Trabajo (INSSBT) destacaba que la población joven trabajadora se enfrenta al desafío de un mundo laboral “en continua transformación que exige la constante adaptación a emergentes requerimientos”. Esta realidad, que afecta también a los profesionales de otras edades, nos situaría ante el reto y la necesidad de adaptar el trabajo a todas las etapas de la vida laboral para contar con una población “más saludable y mejor preparada”.
La Prevención de Riesgos Laborales (PRL) no puede mantenerse al margen de esta realidad. Más bien todo lo contrario: ha de erigirse como uno de los actores clave en el cumplimiento del objetivo fundamental de garantizar la seguridad y la salud en todos los puestos de trabajo y en todas las etapas de la vida de los profesionales. Por este motivo, que es además la razón de ser del sector, la evolución de la PRL está intrínsecamente ligada al propio desarrollo de ese mundo laboral en continua transformación. Es decir, el futuro de la prevención y del trabajo en general son interdependientes, ya que la primera es una actividad innata a las relaciones laborales que, a su vez, siempre se darán en el ejercicio de cualquier actividad profesional desempeñada por personas.
Esta interdependencia exige que los equipos dedicados a actividades preventivas se mantengan en continua actitud de renovación y mejora, mostrando una capacidad de adaptarse a las nuevas formas de trabajo, sectores emergentes, actividades innovadoras… es decir, a cualquier elemento novedoso y/o disruptivo que emerja del y para el trabajo. En esta línea, ya podemos anticipar que en los próximos años los servicios intensivos de conocimiento han de jugar un papel fundamental de cara al cumplimiento de las expectativas que actualmente nos planteamos en materia preventiva.
El propio sentido común nos indica que, cuanto más relevante y técnico es un sistema, mayor es la necesidad de contar con profesionales con la capacidad y el conocimiento adecuados para implementarlo. Partiendo de este planteamiento y situándonos en un contexto temporal muy próximo, las organizaciones de mediano y gran tamaño podrán desempeñar su actividad preventiva, total o parcial, con equipos propios de profesionales, mientras que las más pequeñas podrán encontrar en los servicios de prevención externos a la empresa una opción de gestión eficaz.
En este sentido, desde luego, habría que evitar cualquier tipo de improvisación que diese entrada a otras entidades o profesionales independientes que no cumpliesen con un criterio de multidisciplinariedad o que no contasen con el control de la autoridad laboral. También cabría desaconsejar que las empresas probasen si es o no eficaz improvisar modelos propios o la asunción de actividades. La toma de decisiones y la ejecución de acciones de este tipo puede conducir a un desenlace tan catastrófico como un accidente o enfermedad de un trabajador, incluso (en el peor de los casos) puede conllevar un resultado mortal.
Ante esta realidad, los servicios de prevención ajenos nacemos como vocación de ser colaboradores con la Administración en su actividad de asesoramiento en materia preventiva a las organizaciones. Tras más de 20 años desarrollando su actividad, esta modalidad se caracteriza por su alta profesionalización, continua renovación y actuación bajo rigurosos criterios y estándares de calidad. En estas últimas décadas, los servicios de prevención ajenos han mejorado y aumentado sus recursos y servicios a la hora de desarrollar un gran número de actividades conducentes a acrecentar la seguridad y salud de los trabajadores. Todo ello partiendo de la base de que el bienestar de los profesionales no solo se circunscribe a su puesto de trabajo, sino que trasciende a su vida personal y privada, por lo que también tiene una repercusión en el conjunto de la sociedad.
También hemos de tener en cuenta que realizar una actividad preventiva profesional evita poner en riesgo la integridad física y psíquica de los trabajadores, por lo que forma parte del compromiso real que las empresas han adquirir con las personas que forman parte de ellas. Dicho de otro modo, contribuye a la mejora del clima laboral y de la imagen social de la entidad, permite reducir el alto coste económico de un posible accidente y, sobre todo, evita responsabilidades civiles, administrativas, de Seguridad Social por recargo de prestaciones e, incluso, penales.
Por todas estas razones, desde Servicios de Prevención Ajenos podemos afirmar, con satisfacción y agradecimiento, que el tejido empresarial y los trabajadores de nuestro país atesoran nuestro compromiso cuando confían en nuestras empresas para asesorarles en materia preventiva. Este hecho lo demostraba la Encuesta Anual de 2016, que reflejaba que el 90,7% de los empresarios habían optado por esta modalidad preventiva, así como que más de un 86% de los empresarios manifestaba un nivel de satisfacción alto con la actividad de servicios de prevención ajenos.