
El pasado 4 de febrero se celebraba el Día Mundial contra el cáncer, y en este sentido hoy queremos prestar especial atención a los riesgos que implica al respecto el manejo en ciertas profesiones de sustancias químicas consideradas peligrosas.
Las sustancias peligrosas se definen como compuestos que entrañan algún tipo de riesgo para la salud, la seguridad o el medio ambiente. Son numerosos los trabajos que implican el contacto con toda clase de sustancias químicas, especialmente en el sector sanitario e industrial (e incluso agrario, con el uso de pesticidas e insecticidas).
No fue hasta la década de los setenta cuando se empezaron a implantar las primeras metodologías de evaluación del cáncer en relación al contacto con sustancias tóxicas. Lo más preocupante es que hasta hace poco se calculaba que existen más de 30.000 sustancias químicas de uso cotidiano de las que desconocemos completamente sus potenciales efectos sobre el organismo a largo plazo.
Para prevenir en la medida de lo posible los efectos nocivos producidos por este contacto deben contemplarse algunas condiciones de trabajo especiales: conocer el grado de toxicidad de las sustancias químicas, habilitar un espacio de trabajo óptimo (por ejemplo, en laboratorios y hospitales), con una buena ventilación, salidas de emergencia debidamente señalizadas, campañas de extracción suficientes y, sobre todo, protección personal (utilizando guantes, batas, gafas, máscaras de gases…). También es importante prestar atención a la gestión de esos residuos tóxicos una vez utilizados, para evitar el perjuicio al medio ambiente que puedan llegar a ocasionar.
La Unión Europea enumera en el primer anexo de su Directiva 67/548/CE aquellas sustancias y compuestos que están considerados como peligrosos; algunos de los más frecuentes son el arsénico, el xileno, el cloruro de vinilo, el aceite mineral, el benceno o el níquel, pero la lista es extensa.
Así pues, es imprescindible conocer para todos aquellos cuyo trabajo esté relacionado con el tratamiento de químicos estar informados acerca de cuáles de estos son cancerígenos (o, a menor escala, causantes de alergias, cada vez más extendidas entre la población); pero, especialmente, es necesario implementar métodos de control: conocer los símbolos que adjuntan las etiquetas de los envases es una buena forma de comenzar con esta prevención de riesgos. Aunque el riesgo, al estar en contacto con sustancias químicas, siempre esté presente, cada trabajador, así como los responsables de los servicios de prevención de cada empresa, debe estar obligado a conocer y acatar las normas de seguridad básicas al respecto.