
Hay veces que se aprende más de los errores que de los aciertos, por eso hoy vamos a centrarnos en lo que conviene evitar cuando uno habla en público.
- No saber lo que quieres conseguir. No puedo enfocar mi charla igual si lo que pretendo es informar, vender, convencer, ganar prestigio o ganar dinero… Si tú no lo tienes claro es realmente difícil que lo consigas.
- Que tu discurso y tu imagen no se ajusten a la audiencia. No es lo mismo hablar ante un grupo de banqueros que ante uno de estudiantes, aparte de que, probablemente, este último sea más divertido, convendría preparar algo más informal (incluida tu indumentaria).
- Pretender mostrarse diferente de como uno es o tratar de aparentar saber más, la naturalidad es uno de los principales valores de un conferenciante.
- No hacer contacto visual con los asistentes. La mirada es uno de los mejores antídotos contra la distracción, te ayudará a mantener la atención de todos. (Bueno, no prestes mucha atención a ese de la segunda fila que da cabezadas, igual no es que se aburra sino que ha dormido mal).
- Quedarse petrificado detrás del atril. Aunque al principio te cueste ¡asómate! Tu charla será más dinámica y cercana.
- Tener miedo a innovar y ajustarse a una presentación estándar. La originalidad (si es pertinente) mejora el índice de recuerdo y suele ser más divertida.
- No preparar lo suficiente la presentación. Como dice Twain: “se tardan dos semanas en preparar un discurso improvisado de 10 minutos”.
- Tener un Power Point recargado y encima ¡leerlo!. Debería ser un soporte, no una trampa o un corsé.
- Pasarse del tiempo asignado. Si no has podido contar todo lo que querías ¡cuenta menos! Alargarse es un falta de respeto hacia los asistentes y hacia los otros ponentes, si los hay.
- Pensar más en ti (en quedar bien y en tus nervios) que en la audiencia. Es importante contarles lo que ellos han ido a escuchar, lo que les interesa; ponte en su lugar ¿por qué están ahí? y trata de satisfacer sus expectativas.
- Tener un comienzo y un final poco contundentes, del tipo: “Bueno, buenos días, voy a hablar un poco de….” o “bueno, pues eso es todo”. Busca un comienzo que llame la atención y un final de peso.
- No dejar un rato para que haya un turno de preguntas. Las charlas son siempre más amenas si luego se genera un diálogo interesante.
- No usar el tono y el ritmo adecuado: hablar muy rápido o muy bajo o con una entonación monótona.
- Enrrollarse demasiado. Ante la duda, siempre es mejor pasarse de breve. Si has despertado interés, podrás explayarte en el turno de preguntas.
- Estar muy serio/a. ¡Gánate a la audiencia con una sonrisa!
Pero sobre todo, y por encima de los demás:
- ¡Aburrir al personal! Si ves que bostezan, cabecean, miran el reloj (excepto el de la segunda fila que durmió mal anoche) o hablan entre sí sáltate una parte o ¡termina!, o haz una broma, pero no les tortures con un montón de transparencias, por más que creas que son interesantes.

Fuente: Blog de la escritora Natalia Gómez del Pozuelo