Este año se cumple el centenario de la instalación del primer aire acondicionado doméstico, una revolución que enfrío las vidas de una familia de la ciudad de Minneapolis, Minnesota, al norte de los Estados Unidos. Este invento supuso un avance importante para la actividad humana, pues hizo habitables espacios que, por sus altas temperaturas, incomodaban cualquier actividad.
En nuestros días, el aire acondicionado está tan presente durante los meses de verano que se calcula que, debido a su uso y a la corriente residual que desprende, la temperatura media de una ciudad como Madrid aumenta entre 1 y 2 grados. Enfría las habitaciones, pero calienta la ciudad.
Por ello, es importante recordar que hay que usar el aire acondicionado de manera responsable, tanto por la protección del medio ambiente como por la de nuestra salud. En condiciones normales, si respiramos por la nariz, nuestra mucosa se encarga de filtrar el aire y calentarlo para que su baja temperatura no resulte agresiva para nuestro organismo, pero esta protección desaparece si respiramos por la boca, algo muy habitual en situaciones en que necesitamos más aire del que nuestros conductos nasales pueden canalizar, como cuando hacemos deporte o sufrimos de congestión.
Respirar por la boca en vez de por la nariz es la causa principal de que existan tantos constipados, catarros y faringitis durante los meses de calor.
Por otro lado, el aire acondicionado reseca el ambiente, no lo refresca como se suele creer, y esto ocasiona molestias rinofaríngeas, irritaciones en la piel y sequedad en los ojos. Y si además la persona se encuentra bajo un chorro de aire frío, se expone a sufrir contracturas musculares en cabeza, hombros y/o espalda. ¿Cómo evitar estos riesgos?
- Mantén la temperatura entre 23 y 26 grados constantes.
- Cierra la habitación. Sin fugas de aire no sólo mantendrás la temperatura constante, sino que el aparato de aire acondicionado necesitará menos esfuerzo para enfriar la habitación y, en consecuencia, ahorrarás energía y dinero.
- Limpia los filtros y las entradas y salidas de aire. Esto es especialmente importante si eres alérgico/a o vives con uno/a, pues muchas partículas reactivas, como el polvo o el polen, suelen quedarse en los conductos.
- Apaga el aparato cuando abandones la habitación.
- Evita ponerte bajo el chorro de aire frío.
- Si llevas mucho tiempo en una atmósfera fría, como un restaurante o un cine, y vas a salir a la calle, hidrátate antes y evita realizar esfuerzos. De esta forma reducirás el riesgo de sufrir un golpe de calor.
Fuente: http://www.prevenidos.es/