“Una vida sin examen no vale la pena ser vivida” Sócrates.
Con el término Prevendiálogo me refiero a la práctica de la prevención de riesgos utilizando como recurso pedagógico el diálogo en su sentido Socrático-Platónico como método de aprendizaje y descubrimiento, en sus dos posibilidades de aplicación, bien por medio del diálogo escrito, cuya lectura comprensiva en grupo puede favorecer la adquisición de correctas actitudes preventivas o bien como práctica del método mayéutico de enseñanza, también conocido como el método largo de aprendizaje consistente en el diálogo real y efectivo.
Pero ¿Necesitamos recurrir al diálogo en el campo de la prevención de riesgos laborales? Entiendo, por diversos motivos, que no sólo es necesario sino que es ciertamente urgente el abordar con rigurosidad la enseñanza de los contenidos actitudinales de la prevención, entendidos estos como todo ese conjunto de actitudes, valores y normas que conforman el conglomerado que solemos identificar con el concepto de “cultura preventiva”. Estos contenidos necesitan ser re-abordados desde nuevas perspectivas diferentes al perfil eminentemente técnico-ingenieril que se le ha querido dar a la disciplina. Lo que presento en este artículo es simplemente una herramienta a tener en cuenta para dicha reconstrucción de la cuestión.
El nacimiento de la prevención de riesgos trajo consigo el nacimiento de una gran burbuja continental en respuesta al vacío existente sobre la materia. Una de las preocupaciones fundamentales durante esa primera época de la prevención fue la de dotar de contenidos a los cursos de formación. Es como si todas las profesiones de todos los sectores existentes de modo simultáneo y con urgencia necesitarán de su manual de riesgos, medidas preventivas y de su programa formativo powert point correspondiente. Era necesario del catón de la prevención de cada profesión. Y todos se pusieron a generar catones. En los últimos 20 años hemos asistido a ese curioso devenir de la actividad generadora de contenidos, aun obviando las modernas teorías pedagógicas, e inmersos en ese gran festín pedagógico llegamos a la rica y paradójica situación actual donde cualquiera puede tener a su disposición con asombrosa facilidad manuales de riesgos y medidas preventivas de prácticamente cualquier actividad profesional que se le antoje, ya sean los riesgos de los investigadores en nano-partículas artificiales, a los de los guitarristas de cante flamenco o los propios trabajadores de la tanatoestética. Además estos contenidos se han ido estilizando y actualizando a las nuevas tecnologias: videos, pegatinas, posters, comics, videojuegos, apps etc. Puesto que la idea pedagógica fundamental que ha movido la producción ha sido la de hacer agradable, visual, y fácilmente entendibles los contenidos conceptuales a los trabajadores, en principio no muy dados al estudio de teorías. Pero aunque los conceptos se vistan de seda, al fin y al cabo conceptos se quedan. Y pronto todos se dieron cuenta del fracaso pedagógico de la formación teórica de la prevención.
El abuso de la fase conceptual o de la enseñanza teórica de la prevención dio lugar a un segundo momento, en el que todavía estamos inmersos, el momento de la formación práctica. Llenos los expediente de los empleados de certificados de formación con contenidos teóricos, una vez valorados los resultados y convencidos del absurdo que se estaba llevando a cabo, todos tratamos de reducir el rodillo teórico de nuestros cursos y pasamos a centrarnos en la parte práctica del asunto siempre mucho más divertida y de utilidad para nuestros trabajadores. El problema de la práctica es que si bien es muy útil sobre todo para la memorización de procedimientos o de modos de hacer, tampoco es la herramienta diseñada para el trato de las normas, actitudes y valores de la prevención. Aunque es un buen campo para la transversalidad, eso sí siempre y cuando el formador sea capaz de generar el ambiente de seguridad adecuado, lo peor que nos puede pasar en un curso práctico de prevención es que el propio formador no cumple de modo estricto con las normas, ni transmita los valores oportunos, por ejemplo no usando de modo riguroso de los equipos de protección (y haberlos haylos).
Entre la fase conceptual y la fase practica nos encontramos con que los contenidos actitudinales continúan sin ser atendidos de un modo más o menos riguroso, en el mejor de los casos como mucho se recurren a pequeños debates o algún que otro juego de rol pero sin una metología definida.
En este punto para poder avanzar tenemos que tener claro que la prevención de riesgos no es tanto un dogma a transmitir sino más bien una actitud a sugerir, o lo que es lo mismo un enfoque o una dirección de sentido a adoptar. En una sociedad democrática como la nuestra, no tiene sentido insistir en el dogma del catón, o en su alternativa conductista en forma de castigo. Catón o castigo no puede ser la única opción en nuestros días. Porque insistiendo en la represión es muy posible que proporcionalmente a la misma disminuyamos la potencialidad de la formación como medio para modificar actitudes. El hombre democrático no demanda ni necesita de dogmas que admitir sino de razones que pueda ser capaz de abordar por sí mismo. Lo paradójico de la situación actual es que a pesar de las múltiples formaciones tanto teóricas como prácticas y de toda la cosmética de los materiales formativos no se consigue el cambio de actitud deseado. En muchos casos las conductas de riesgos se siguen produciendo y con ello nuestro desasosiego al respecto se acrecienta, porque no podemos comprender como puede ser posible. ¿Por qué siguen cometiendo imprudencias?
Por muchos conceptos que memoricemos, o muchos modos de actuar que de modo mecánico podamos incluso repetir delante de terceros. Sin la actitud correcta no tenemos absolutamente nada que hacer. Porque la actitud es la que marca la orientación radical de nuestra acción. Si me permiten el símil podemos memorizar una y otra vez las palabras de un idioma, podemos repetir una y otra vez una misma estructura gramatical, pero no seremos hablantes del idioma hasta que no modifiquemos nuestra actitud idiomática y esto siempre significa un cambio profundo de nuestra propia identidad, dicho en otras palabras para llegar a hablar inglés hay que dejar de pensar (hablar) en español y empezar a ser pensante inglés.
Por tanto para la modificación de actitudes siempre necesita de una ruptura previa, siempre se necesita de un momento de desorientación más o menos radical del sujeto. ¿Cuándo existe esa ruptura? El momento de ruptura es fácil identificarlo, es uno de esos momentos difíciles de nuestra vida en los que uno se siente desorientado y deja de saber a qué atenerse con respecto a una determinada cuestión. Es ese momento trágico en el cual uno con angustia termina por reconocer, quizás con su orgullo herido, que realmente “no sabe por dónde tirar”. Cuando uno se da cuenta de que no sabe por dónde tirar es que está viviendo una crisis, y por tanto realmente puede estar de enhorabuena porque ciertamente se encuentra en la disposición adecuada para el cambio. El problema es vencer las resistencias del ego herido. Y eso le ocurre al individuo, le ocurren a las parejas, le ocurren a los grupos, a las empresas, nos ocurre a todos; le ocurre al trabajador que ve como las acciones heroicas que antes eran valoradas por la dirección de su empresa ahora les ocasiona reproches o castigos aunque paródicamente en ocasiones le sigan reclamando de esos actos de heroicidad o le ocurre a la empresa o al equipo de trabajo que ve como las recetas de antaño dejan de repararle los resultados esperados.
A tal respecto el dialogo preventivo que propongo nos puede servir como recurso pedagógico para la formación preventiva, como afirma el pensador Pierre Hadot a propósito del discurso filosófico de Platón y su apuesta por el diálogo como forma de expresión: “el dialogo no transmite un saber ya hecho, una información, sino que el interlocutor conquista su saber por medio de su propio esfuerzo, lo descubre por sí mismo, piensa por sí mismo. Por el contrario el discurso escrito, no puede contestar las preguntas, es impersonal, y pretende dar de inmediato un saber ya hecho, pero que no tiene la dimensión ética que representa una adhesión voluntaria. Solo hay verdadero saber en el dialogo vivo”.
En este sentido el objetivo de los diálogos platónicos no era informar sino formar en el sentido fuerte del término, formación para la transformación de los individuos haciéndolos experimentar por mediación del diálogo, al que el lector tiene la ilusión de asistir, las exigencias de la razón y finalmente la norma del bien.
De este modo a través de este recurso además de enseñar algunos métodos de la razón, así como algunas trabas del pensamiento también es posible incorporar contenidos doctrinales puesto en juego al plantear un problema y al mismo tiempo se pueden proponer o intentar proponer soluciones, que el individuo que ha seguido con su pensamiento el discurrir de la discusión puede apropiarlas como suyas. ¿Y no es este el tipo de conocer que andamos buscando?
A continuación os presento el primero de los diálogos preventivos que pueden ser presentadas a los grupos de formación para el trabajo de la actitud. La idea fundamental es que puedan ser tratados para su comentario y debate en pequeños grupos de trabajo. Puesto que en el aprendizaje de actitudes juega un importante papel el grupo social.
Por otro lado la lectura individual del diálogo puede animar al lector a descubrir por si sólo actitudes preventivas adecuadas o al menos a ser consciente de posibles errores de su pensamiento. La presente versión de prevendiálogo está acompañada por notas para el monitor, donde presento una serie de reflexiones y actividades para ser realizadas en al aula.
Bibliografía:
Oscar Brenifier. El diálogo en clase. Idea 2005.
Platón. La república. Alianza Editorial, 2005.
Pierre Hadot. ¿Qué es la Filosofía Antigua? Fondo Cultura Económica 1998
Pierre Hadot. Ejercicios espirituales y Filosofía Antigua. Ediciones Siruela 2006
Ricardo García Damborenea, Uso de razón. Diccionario de Falacias. Madrid. Biblioteca Nueva 2000.
Anna Prades. NTP 492: Cambios de actitud en la prevención de riesgos laborales (I): métodos y clasificación. Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo.
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