Creo que fui del todo consciente, unos días después de que muriera mi vecino, el pasado año, electrocutado al quitar el riego de un maizal propiedad de sus hijos y, hablando del suceso con otra persona que le conocía, me dio, como única explicación: “Son cosas que pasan”, sin más… Nada de: “Se podía haber evitado, simplemente sabiendo que ese cable que pasa por su finca podía arrancarle la vida en unos segundos”. Y esto sólo unos meses después de que hubiera una gran polémica en la zona, por una petición que yo misma había hecho al Ayuntamiento cuyo resultado fue el rechazo de la aplicación de la legislación preventiva, en la votación propuesta por una edil que, sin embargo, ha llegado al final de la legislatura, como si nada relevante hubiera acontecido.
Podría seguir describiendo cuestiones relacionadas, pero las dejo para otra ocasión, para no desenfocar la cuestión, aunque voy a reconocer que llevo ya un tiempo, en el que empiezo a perder la capacidad de asombro sobre lo poco que importa socialmente este tema, en general. No sé si es porque las personas no quieren ser conscientes de que podrían morir casi en cualquier momento; o si es por rebeldía a tener que cambiar la rutina de sus procedimientos de trabajo, tal como dice una ley y le pretenden explicar unos cuantos “muchachos”, que no han hecho lo mismo que ellos, en su vida, aunque “muy leídos y escribidos”, eso sí; cuando sus auténticos maestros, nunca les mencionaron tal cosa, y si lo hicieron, no demasiado motivados, precisamente. Y es que, trasponer una norma, redactada por culturas europeístas, es difícil que motive el cambio cultural necesario en estas latitudes, por más buena voluntad que se ponga. Para ello, posiblemente, sea más favorables otros métodos tendentes a la modificación de conducta, que suelen estar bastante alejados del imperativo legal.
De todo esto, tenemos la demostración en el día de hoy, dos décadas después, y a pesar de que el número de víctimas de accidentes, sigue siendo más que destacable, no se observa una preocupación generalizada de la Sociedad por esta problemática. Y no es precisamente “pasotismo” de la población, porque continuamente se protesta y demanda ayuda en la calle y en las redes sociales sobre otras muchas problemáticas propias o ajenas, y algunas afortunadas se convierten en “puntuales”, debido a que dicha presión social fuerza las actuaciones necesarias para erradicarlas. Piénsenlo un momento ¿Cuántas causas salen a diario y se moviliza la población, colocándose lazos en la solapa, iluminando de forma especial los edificios, recogiendo firmas y organizando eventos, incluso con la asistencia de personajes populares? ¿Recuerdan o conocen algún caso en el que esto se haya hecho en España para erradicar la siniestralidad laboral y promulgar su prevención, tenido una gran asistencia de público? Aun a riesgo de equivocarme, creo que no.
Por concretar un poco más el dato, a modo de ejemplo, creo que nunca el Jefe del Estado, ni su consorte, han asistido (mostrando así su apoyo) a ningún acto de este ámbito. Sólo he localizado una noticia en la que nuestro actual Monarca concedía audiencia en el Palacio de la Zarzuela a los organizadores del Congreso Internacional de Prevención de Riesgos Laborales organizado en Zaragoza en 2013, por tanto, cuando aún era Príncipe. Así, cuando mejor se nos ha considerado, digamos que hemos sido “de 2ª categoría”. Con esto, sólo quiero manifestar, que aunque son evidentes los grandes esfuerzos que realizan las Instituciones para alcanzar los objetivos deseados, posiblemente sea necesaria la manifestación pública, patente y frecuente, de la implicación de todos en esta causa. Ruego se tome esto como una simple petición, sin más.
Además, al menos en los últimos años, las actuaciones llevadas a cabo por las distintas Administraciones Públicas regionales y locales, no son demasiadas y suelen enfocarse, bien a los propios especialistas en la materia (ya suficientemente motivados), o bien a entornos escolares que quizás tengan la percepción, de que es un tema aislado, no precisamente integrado en su aprendizaje continuo. Ni trabajadores, ni empresarios, asisten de forma habitual, a conocer un poco más de esto, y recordemos, que son realmente “los clientes” que deben “comprar” todo lo que hacemos. Si ellos no están interesados ¿qué será lo que podamos “vender”?
Por todo ello, me atrevería a afirmar que la PRL sólo nos importa a los que nos dedicamos a ella; del resto, suele percibirse, bien rechazo en muchas ocasiones (más o menos disimulado), o en el mejor de los casos, indiferencia, por más que en sus palabras ante una encuesta o inspección puedan afirmar lo contrario, por supuesto.
A un médico que utiliza sus conocimientos para intentar salvar vidas, ganando dinero por ello, se le reconoce socialmente; sin embargo, lejos de entender la profesionalidad de nuestro rol, diría que muchos piensan que sólo hemos encontrado un “modus vivendi” y por supuesto, de reconocimiento, nada de nada, al contrario, se nos penaliza por el hecho de facturar.
Es cierto que algo de responsabilidad debemos tener en todo ello. Quizás algunos técnicos se han acostumbrado simplemente, a tramitar los accidentes diarios, sin preocuparse ya (por falta de tiempo o ganas) de erradicarlos; tal vez entiendan erróneamente que el día que no se produzcan, los despedirán por resultar innecesarios, en vez de ver cómo su empresa, realmente, comprende el valor de su aportación, y ve que ya no quiere contratarlos sólo por la obligación legal. Otros se preocupan únicamente de no “dar problemas” y hacer lo que les pida su patrón, aunque esto no sea la PRL para la que creyeron ser contratados. Y unos cuantos más, se han convertido en simples mercenarios al servicio de una cuenta de resultados, yendo de un lado para otro, sin dejar un poso real en ninguno de ellos.
Y, aunque no seamos conscientes, es posible que al final, todo esto esté derivando en una baja autoestima personal de estos profesionales, que justifique la continua organización de eventos y proliferación de formas de comunicación especializada, en la que, gracias al apoyo mostrado entre compañeros conseguimos permanecer en esta lucha, tratando de no perder el norte. En esos encuentros, aparte de mejorar algunos conocimientos técnicos, es bastante evidente el discurso negativo en el que estamos envueltos, atrapados entre Poderes que atan nuestras potentes alas, porque en el fondo sabemos cuán útiles podríamos ser, si nos dejaran.
Es evidente que la cumpleañosa Ley no tiene la culpa de toda esta situación, ya que sólo pretendió asignar responsabilidades a los implicados. Sin duda, ella permite hacer muchísimo más de lo que nos han enseñado a pensar que es posible, aquellos que tomaron las riendas de este ámbito y que algunos han aprovechado en enfocar para su único y propio beneficio.
Llegado a este punto, hay que seguir caminando, día a día, hasta el próximo aniversario meritorio de celebración. Y a pesar de todo lo dicho, sinceramente, desde que conocí esta labor, no se me ocurre otra mejor a la que dedicarme. Por eso no queda otra que seguir empujando en la dirección que creo que deberíamos llevar. Pienso que no debemos darnos por vencidos hasta no conseguir que todo el mundo grite: #QueremosPRL