Ahora todo parece que tiene que ser más saludable, como una tela de araña en la que nos hemos visto atrapados. Así, desde diferentes foros, se promueven hábitos y estilos de vida relacionados con una alimentación sana, cuyo paradigma -en el que todos nos reflejamos- es la dieta mediterránea (1).
Sin embargo, los mensajes con los que desde los múltiples medios digitales nos bombardean día sí y día también, resultan harto contradictorios. Hoy es malo comer hidratos de carbono por la noche, y mañana resulta de lo más saludable. Los porcentajes de grasas, proteínas e hidratos de carbono para mantener una dieta equilibrada, bailan sin cesar. Cada día, nos presentan una nueva dieta milagrosa, sin efecto “yo-yo”, y a las pocas semanas, es desmentida rotundamente por otro medio. Desde desayunar en ayunas un zumo de limón, un saquito de nueces, una papaya, o el zumo milagroso de zanahoria, pepino y apio con espinacas, o tostadas con pavo de toda la vida, eso sí, regadas con aceite de oliva virgen, son sólo algunos ejemplos de ello.
Mucha información, quizá excesiva, y lo que es peor, en mi humilde juicio, poco documentada y con una evidencia científica al menos cuestionable. Resulta que ahora todos nos hemos vuelto expertos nutricionistas, al parecer, una nueva especialidad preventiva junto a la seguridad en el trabajo, la higiene industrial, la ergonomía, la psicosociología aplicada y la medicina del trabajo (o mal llamada vigilancia de la salud).
Como decía, mucha información contradictoria y poco científica en muchos casos. Con todos mis respectos, cuando leo algunos de los consejos sobre alimentación saludable realizados por muchos compañeros de profesión, me parece que estoy en la peluquería leyendo el “qué me dices”, “diez minutos” “hola” o “muy interesante.
Para botón, una muestra. En esos consejos sobre alimentación saludable se hace nula o mínima mención a un factor de riesgo vital, como sería el contendido de sal que debería tener una dieta saludable. Analicemos este tema desde la óptica de la medicina basada en la evidencia.
Una política de reducción de la sal de bajo costo salvaría millones de vidas en todo el mundo. Una normativa gubernamental para reducir la ingesta de sal en un 10% durante diez años sería altamente rentable en casi todos los países del mundo, incluso sin tener en cuenta los ahorros de salud, según concluye un reciente estudio publicado por The British Medical Journal (2).
La mayoría de los adultos superan la ingesta máxima de sal recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2 gramos por día, lo que resulta en un estimado de 1.648.000 muertes anuales por enfermedades cardiacas en todo el mundo.
Estudios previos en países seleccionados muestran que las políticas nacionales para reducir el consumo excesivo de sal pueden ser muy rentables para reducir la presión arterial y las enfermedades del corazón (3). Sin embargo, para la mayoría de los países se desconoce la eficacia de esa norma en función de los costos.
Por ello, un equipo de investigadores estadounidenses y británicos dirigidos por la Tufts University en Boston, se propusieron medir la rentabilidad de una estrategia de “regulación suave” que combine acuerdos sectoriales y educación pública para reducir la ingesta de sal en un 10% en diez años en 183 países.
Para tener en cuenta las diferencias, modelaron los costos y los efectos en la salud de una gama de reducciones de sal por edad y sexo dentro de cada país. A continuación, estimaron el número de años de vida ajustados por discapacidad (DALY, por sus siglas en inglés) -una medida de años perdidos debido a la mala salud- que se evitarían por la política en cada país para cada año entre 2011 y 2020.
Los costos del programa para cada país se estimaron en dólares internacionales o I$ (equivalente al poder adquisitivo del país en dólares de Estados Unidos). No se evaluaron los posibles ahorros de la asistencia sanitaria por los eventos evitados para proporcionar estimaciones conservadoras.
Los resultados muestran que en todo el mundo una reducción del 10% en el consumo de sal en diez años dentro de cada país podría evitar aproximadamente 5,8 millones de DALY por año relacionados con enfermedades cardiovasculares, a un costo medio ponderado de la población de 1,13 dólares por persona durante la intervención de diez años.
A nivel mundial, la relación costo-efectividad promedio estimada de la intervención de diez años fue alrededor de 204 dólares por DALY ahorrado (sin contar los ahorros potenciales de salud por acontecimientos evitados). Esto se compara favorablemente con el índice de eficacia de muchos fármacos utilizados para prevenir la enfermedad cardiovascular, dicen los autores.
Aunque los autores señalan algunas limitaciones del estudio, dicen que sus resultados, junto con análisis previos en países seleccionados, “proporcionan evidencia de que una política nacional de reducción de la ingesta de sodio es altamente rentable e, incluso, sustancialmente más rentable que estrategias de prevención médica altamente rentables”.
Conclusión: Tenemos que ser menos salados.
(1).-Primary Prevention of Cardiovascular Disease with a Mediterranean Diet. Estruch R, Ros E, Salas-Salvadó J, Covas MI, Corella D, D. et all. N Engl J Med 2013; 368:1279-1290April 4, 2013DOI: 10.1056/NEJMoa1200303
(2).- Cost effectiveness of a government supported policy strategy to decrease sodium intake: global analysis across 183 nationsBMJ 2017; 356 doi: https://doi.org/10.1136/bmj.i6699 (Published 10 2017) Cite this as: BMJ 2017;356:i6699
(3).- Mozaffarian D, Fahimi S, Singh GM, et al. Global Burden of Diseases Nutrition and Chronic Diseases Expert Group. Global sodium consumption and death from cardiovascular causes.N Engl J Med2014;371:624-34. doi:10.1056/NEJMoa1304127. pmid:25119608.
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