Ahora que se acerca el buen tiempo muchos padres y madres salimos con nuestros hijos e hijas a los parques de nuestros pueblos y ciudades para que corran, jueguen y disfruten con sus amiguitos del aire libre. En muchos de estos parques, los pequeños juegan en zonas recreativas que cuentan con toboganes, columpios, balancines y otras atracciones infantiles.
Será la mentalidad preventiva que tenemos algunos, pero me pasa que muchas veces cuando veo a los niños jugar en estos parques me pregunto si serán lo suficientemente seguros. La idea general es que ¿cómo no van a serlo?, se da por sentado que cumplirán con la normativa que les corresponde.
Lo mismo puede preguntarse sobre otras instalaciones recreativas infantiles, situadas normalmente en recintos privados, como los parques de bolas, los hinchables o similares.
No obstante, hay que decir que no hay una legislación en nuestro país que regule cómo han de ser los parques infantiles en materia de seguridad y calidad de los aparatos.
Las normas técnicas europeas (UNE-EN 1176 y 1177) establecen una larga serie de exigencias en materia de seguridad para evitar accidentes en los parques de juego infantil. Estas normas recogen los requisitos que deben cumplir los equipos (columpios, toboganes, balancines, etc.) y los materiales utilizados. Sin embargo, esta normativa no es de obligado cumplimientoy sólo Francia la aplica en la actualidad. Se trata, más bien, de recomendaciones técnicas de carácter no obligatorio; para ser vinculantes necesitan de una directiva europea o de una ley nacional. En nuestro país, las autoridades han determinado que sea de libre aplicación, lo que provoca un vacío legal; sólo Andalucía y Galicia cuentan con normativa específica sobre parques infantiles (Andalucía a través del Decreto 127 de 5 Junio del 2001 sobre parques infantiles y Galicia a través del Decreto 245/2003, de 24 de abril, por el que se establecen las normas de seguridad en los parques infantiles). De hecho es curioso que algunos fabricantes y proveedores de estas instalaciones ofertan algunos modelos para todo el territorio nacional excepto para estas dos comunidades porque no son aptos ni autorizados allí.
Por su parte, para los hinchables deben cumplirse las recomendaciones de instalación, montaje y funcionamiento de la norma UNE-EN 14960, norma técnica que comienza a ser exigida por muchos ayuntamientos debido a algún que otro accidente grave ocurrido en los últimos tiempos.
Es cierto que la mayoría de los fabricantes y proveedores de estas instalaciones afirman que sus atracciones cumplen con las normas técnicas mencionadas (UNE-EN 1176; 1177 y UNE-EN 14960), pero deben ser los ayuntamientos los que otorguen las autorizaciones correspondientes para el montaje de estas instalaciones, en las que por lógica se debería exigir en todos los casos el cumplimiento de dichas normas técnicas además de pasar un control para dar la autorización definitiva de puesta a disposición de los usuarios.
La verdad es que viendo algunas de estas atracciones, cumplan o no con las normas técnicas UNE, uno se pregunta si pasarían una auditoria de equipos de trabajo o una evaluación de riesgos en el ámbito laboral.
Si un técnico de prevención observase un artilugio con movimiento en péndulo que oscila a gran velocidad con una fuerza de impacto superior a la de un mazo y que está accesible para cualquier trabajador con el riesgo de golpear incluso en la cabeza, lo cierto es que difícilmente no se pondrían objeciones en una posible evaluación de riesgos.
Y que decir de esos otros artefactos que giran a unas revoluciones más elevadas que un piñón de bicicleta y en los cuales los niños van subidos encima sin elemento alguno de sujeción y de los cuales pueden subir y bajar en cualquier momento en marcha.
Tampoco se salvarían esas rampas por las que se lanzan los chavales a toda velocidad en cualquier postura; boca arriba, boca abajo, cabeza abajo, de pie… y que algunos en su parte alta tienen más de dos metros de altura y los niños pueden ponerse de pie con el evidente riesgo de caída.
Y que me dicen de esas mallas que se elevan metros de altura sin protección anticaída alguna por las que suben los niños como auténticos spidermans.
Y esas barras que suben y bajan balaceándose en las que van montados los niños y que caen con gran fuerza contactando con el suelo y con la posibilidad de atrapar y golpear fuertemente en el pie o en alguna otra parte a cualquier otro niño.
Es una evidencia que estas instalaciones infantiles han mejorado con el tiempo, ahora casi todas cuentan con sus suelos blandos, con materiales no metálicos, sin bordes ni puntas, etc. En nuestros tiempos, los suelos solían ser de tierra, hierba o cemento que si te caías abrasaban como lijas (la ventaja era que íbamos en pantalón corto y así se rompían menos pantalones), casi todo fabricado con materiales metálicos (los toboganes en verano en las horas centrales del día eran autenticas rampas del infierno) y existían unos arcos-puente para hacer de trapecista que si te caías fácil era acabar sin algún diente, de estos todavía queda alguno en algún parque.
Todo esto hablando de las atracciones más clásicaspor así decirlo, pues ahora cada vez hay instalaciones infantiles más grandes y complejas en los parques, algunas parecen auténticos decorados de películas como Indiana Jones (Tadeo Jones para los más pequeños).
Hay que indicar también que, al igual que el diseño, el montaje y la puesta en servicio de estas instalaciones infantiles, son sumamente importantes las revisiones periódicas y el mantenimiento de las mismas, teniendo en cuenta que ciertamente son maltratadas por el uso inocentede nuestros pequeños “bárbaros”.
No obstante, en todos estos casos siempre se cuenta con la condición flexible de los niños (“son de goma”) y del amparo de la providencia (“no pasa más por que Dios no quiere”).
No obstante, a pesar de las posibles deficiencias y peligros intrínsecos que puedan tener las atracciones de los parques infantiles, la mayoría de los accidentes que ocurren en estas instalaciones se producen por un uso inadecuado por parte de los niños y adolescentes y por la falta de vigilancia y control de los padres y madres.
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