Ya estaba todo preparado, las personas responsables habían sido seleccionadas, entrenadas y adiestradas según las exigencias de los nuevos métodos. Todos los trámites administrativos habían sido resueltos satisfactoriamente y estábamos completamente seguros de que no existía impedimento legal alguno. Teníamos claro que una baja participación nunca invalida un proceso consultivo y cuando se trata de seguridad el fin siempre justifica los medios… son cosas de la democracia: un hombre vale un voto pero no todo hombre tiene suficiente valor para votar.
Conforme llegamos a la sala de reuniones nos entregaron una maleta con todo el equipo necesario, era un M40A5 con cargador extraíble y un riel frontal para poder instalarle la mira telescópica nocturna. Lo de la mira telescópica nocturna fue una auténtica sorpresa, todos estábamos realmente impresionados. Era un buen equipo de trabajo.
Nuestra orden desde aquel momento era clara y distinta, disparar a matar. Si algún trabajador osaba incumplir alguna norma de seguridad sería abatido por uno de nosotros de inmediato.
El primer caso no tardó en llegar. El bueno de Benito Pérez tenía los días contados. A todos nos caía espacialmente mal, es posible que el universo de la seguridad laboral sea una línea que camina paralela con la propia moralidad humana. Pérez destacaba por su vanidad. Incapaz de reírse de sí mismo, hacía tiempo que había resuelto su propio dilema entre su muerte o su escarnio.
El día 14 de enero, por unanimidad de todos los francotiradores, decidimos fulminarlo. Previamente conseguimos los reportes fotográficos necesarios para justificar la ejecución, por si su familia reclamaba algo. Asimismo por ser la primera vez decidimos hablar con su mujer por si era capaz de convencerlo para un cambio de actitud de última hora.
Me temo que no fue posible. Nunca nos cansaremos de citar a Kafka:
“En tu lucha contra el resto del mundo te aconsejo que te pongas del lado del resto del mundo”
Noticia: Primera víctima mortal de los nuevos métodos de vigilancia laboral
Un trabajador de 37 años de edad ha fallecido mientras realizaba tareas de mantenimiento en una fábrica de condensadores de la zona sur de la campiña sevillana. Según relatan los testigos del suceso el trabajador había estado incumpliendo de manera reiterada las normas de seguridad de la compañía. En particular en el momento de los hechos no llevaba puestas las gafas de seguridad, el trabajador era miope y muy reacio a usar las lentes de seguridad que le ofrecía la compañía; a pesar de los avisos recibidos por sus compañeros no fue capaz de adaptar su conducta, por lo que el equipo de francotiradores del departamento de seguridad laboral no tuvo más remedio que actuar. Afortunadamente el impacto fue certero y el trabajador no sufrió más de lo debido. Deja mujer e hijo de 4 años.