Los del grupito del jefe, que prolongan la jornada yéndose con él de copas; los hiperconectados, prestos a contestar llamadas o ’emails’ del trabajo; o los de la multitarea absurda, ocupados aparentes… Quizá estés entre aquellos que no distinguen entre vida propia y oficina
Estar dispuesto a contestar a cualquier hora, implica que toleras el control de tu empresa, al final, tú eres responsable de esa disponibilidad de 24 horas, frente a la que cabe decir “no” y ser capaz de marcar ciertos límites, ya que la socialización en el trabajo no puede ser obligatoria ni debe excluir oportunidades de promoción.
El miedo a perder el puesto puede provocarte cierta resignación o sumisión, y esa sería la gran baza para que tu empresa te obligara a dedicarle tu tiempo más allá de los límites que se suponen como normales, sin embargo, debes tener en cuenta que, más que el hecho de que un jefe o una compañía puedan exigirte ese tipo de cosas, está el que tú decidas hacerlo como una elección de trabajo, y no como una obligación.
La clave está es fomentar con moderación las relaciones personales en el entorno profesional, respetando al que no quiere o no puede, sin obligarle ni marginarle.