11 de febrero: Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia
Hable con ella. Hable de ella
A nadie se le escapa que las mujeres están infrarrepresentadas en las instituciones científicas y en los centros de conocimiento que marcan la pauta de los avances en diversos campos destinados a mejorar nuestras vidas. La historia está repleta de mujeres que fueron capaces de aportar, de sumar, de inventar, profundizar, estudiar y divulgar aquello que era novedoso y que entraba en conflicto con lo que hasta ese momento se creía cierto y absoluto. Pero también de mujeres que, aun teniendo posibilidades reales de estudiar, por ejemplo, económicas, no tuvieron acceso a formación académica por el hecho de haber nacido mujeres, que la abandonaron porque tenían que casarse, reproducirse y trabajar como cuidadoras o que investigaron a la sombra de un hombre que acumulaba méritos ajenos y que en muchos casos, era incluso, de su familia.
Reivindicar y describir, negro sobre blanco, la importancia de estas mujeres es hacer justicia a las que fueron, incluso a las que no conocemos, a las que no salieron de la sombra. Pero, ¿qué pasa con las que son? ¿Con las que en este mismo instante están creando algoritmos, obteniendo modelos matemáticos, diseñando con ayuda de la inteligencia artificial, fabricando prototipos, investigando en un laboratorio, documentándose con kilómetros de bibliografía, reuniendo patrones de comportamiento…? ¿También serán reivindicadas en el futuro? ¿De verdad hay que esperar tanto?
Fraternidad-Muprespa, como Mutua Colaboradora con la Seguridad Social tiene incorporado en su ADN, gracias a las miles de horas dedicadas a la prevención, la importancia de trabajar con anticipación, antes de que algo pueda, potencialmente, convertirse en un problema. De igual modo, su Plan de Igualdad convierte en equitativas las oportunidades de que gozan tanto empleadas como empleados.
El 11 de febrero, Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, nos da la oportunidad de pensar en las mujeres de tal forma que el objetivo sea erradicar el 11 de febrero. Las mujeres que fueron, que somos, las que serán y que hoy están en el colegio, tenemos el firme empeño de que esta fecha se quede libre para que en el calendario de Días Internacionales se le pueda adjudicar otra noble causa. Y eso es papel de todas nosotras, y de todos vosotros, ya que millones de varones dan soporte y respaldo real al crecimiento personal e intelectual de sus hermanas, sus madres, abuelas, sus compañeras de trabajo, sus amigas. Y de sus hijas.
Nada de esto tendría sentido si en el futuro, que es mañana mismo, o mejor dicho, dentro de un rato, a esa niña que hoy tiene que hacer en el cole un trabajo sobre cómo funciona el sistema circulatorio, se le niega la explicación de por qué las heridas sangran, pero luego se cierran y se curan. No es una metáfora, es que debemos contribuir a que sus ojos se abran a la mayor cantidad posible de realidades. Como padres, como madres, como educadores y como sociedad, debemos ser capaces de ampliar los horizontes de esas niñas que ahora le ponen una tirita a un muñeco, pero quizá mañana nos salven la vida en un quirófano. Lo sabemos bien porque la pandemia ha puesto en evidencia la importancia de una actividad investigadora en la que confiamos para salir de la que tenemos encima.
Esto no va solo de que una mujer investigue sino de que pueda hacerlo en condiciones de justicia e igualdad. Un euro menos en la nómina de una mujer que hace el mismo trabajo que un hombre significa que necesitamos más onces de febrero. “Romper el techo de cristal” es una expresión que todos hemos asumido para incorporar la imagen de que algo hace tope en nuestras cabezas y nos impide ir más arriba, aunque nos deja mirar sin problema lo que pasa ahí fuera. ¿Y si el cristal se rompe? ¿Y si se nos caen los pedazos encima? ¿Y si 364 días al año todo son problemas para avanzar? Seguiremos sufriendo un daño injusto e innecesario, como el de quien tropieza con el obstáculo que otro dejó en el camino. Propongo que esos techos sean como los de los coches, que se deslizan suavemente hasta que no se ven y nos permiten estirar las manos, la cabeza y el orgullo, hasta poder saludar a quienes van en otros coches que se cruzan en nuestro camino, y que también avanzan.
Dedicado a todas esas mujeres que he conocido en Fraternidad-Muprespa, que no paran de aportar conocimiento a sus áreas de trabajo.
Marga Fociños. Redactora del Departamento de Comunicación de Fraternidad-Muprespa