Ya lo sé, todos decimos lo mismo, ‘cuando quiera lo puedo dejar’, pero la verdad es que los que estamos realmente enganchados al móvil, los que nos sentimos culpables si no respondemos inmediatamente a los mensajes que nos remiten, seguro que padecemos “culpabilidad móvil”, y es el coste que tenemos que pagar por esta hiperconexión completamente adictiva. Según un estudio realizado por MobileIron, suministrador de software móvil, parece que esta culpabilidad digital la sufren un 58% de los profesionales, ya que se sienten obligados a responder a un mensaje online de forma prácticamente automática.
Pero, ¿qué cuesta realmente esta manía de revisar el móvil prácticamente las veinticuatro horas del día? Reflexionando, incluso los que estamos enganchados, hemos de reconocer que la revisión compulsiva de los correos electrónicos, a los que debemos añadir los WhatsApp e incluso la agenda electrónica, es un ejemplo de las tareas improductivas y costosas que están asociadas a una multitarea absurda, que prácticamente no aporta valor, pero eso sí, nos da una apariencia de personajes muy importantes y “superocupados”.
Se pueden contar con los dedos de una mano las personas que, en cualquier transporte público, nos abstenemos de aprovechar el momento y consultar nuestro equipo: hay que utilizar cualquier momento, y estos tiempos muertos son los ideales para resolver cuestiones, tanto personales como laborales.
El coste de las TIC en el mundo profesional
Realmente existen dos mundos sobre los que interesa reflexionar y que son completamente distintos, el profesional y el personal; pero aunque en esta ocasión nos centraremos más en el profesional, el personal también es muy interesante, especialmente por la dependencia del móvil y en general en el abuso de las TIC (tecnología de la información y comunicación) en adolescentes cada vez más jóvenes, lo que les provoca ansiedad, angustia, desasosiego, e incluso depresión si se desconectan, sin hablar de los conflictos que se generan en las vacaciones familiares por el acceso a internet.
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En nuestro mundo laboral actual, en el que realmente parece que no hay tiempo para nada, y en el que todos andamos como agobiados, las organizaciones, en general, tienden más a valorar precisamente que el profesional esté encima de la tarea que se le ha encomendado desarrollar, pero en cambio no se pretende medir su productividad.
Por tanto creo que se puede decir, sin temor a equivocarnos, que existe mayoritariamente la tendencia a atender compulsivamente los mensajes de correo o las llamadas telefónicas, que llegan a convertirse en un verdadero ‘ladrón de tiempo’ , por las continuas interrupciones que sin ningún género de duda afectan a la productividad, sin que nadie de la organización se entere, y por tanto ponga coto a la situación: posiblemente en muchas ocasiones se tomen medidas más fáciles de aplicar y que son más visibles, y en cambio no se hace nada por eliminar los verdaderos ‘ladrones e tiempo’.
Y existen diversos estudios que avalan que cada vez que volvemos a la tarea inicial, después de cualquier interrupción, tenemos que usar valiosos recursos cognitivos para reorientarnos: según una investigación de la Universidad de California, cuando estamos absolutamente absortos en una actividad cualquiera, incluso las distracciones menores pueden tener un efecto profundo, pudiéndonos llevar unos 20 minutos recuperar nuestro impulso inicial.
Según una encuesta realizada por TNS Investigación, encargada por Hewlett Packard, la mitad de los profesionales encuestados responde a los correos electrónicos antes de una hora de haberlo recibido, y además uno de cada cinco es capaz de renunciar a una tarea o a un compromiso social, para poder responder a sus mensajes; está demostrado que las continuas interrupciones reducen la productividad, y dejan a la gente una sensación de cansancio y letargo.
Y ya, lo que me parece el colmo, es que según dicha encuesta, tres de cada diez personas piensan que los que responden a mensajes en una reunión presencial no son unos maleducados, sino que creen que esta actividad demuestra diligencia y eficiencia.
Y un experimento realizado en la Universidad de Londres revela que permitir que nuestro trabajo se vea interrumpido por distracciones, aparentemente inofensivas, como pueden ser los correos electrónicos, mensajes de texto, o llamadas telefónicas, nos supone perder 10 puntos de nuestro coeficiente intelectual.
Lo que ha de quedar claro es que la hiperconexión tiene un coste, ‘la culpabilidad móvil’, además de un problema de productividad, ya que aunque algunas veces no lo parezca, el tiempo no es gratis.
Según Bain & Company, la mayor parte de las organizaciones podrían liberar por lo menos un 20% de sus horas laborales con una mayor disciplina en la gestión del tiempo, pero para ello los que lo tienen que tener claro primero son los distintos responsables de equipos, ya que no siempre pueden pretender tener un feedback instantáneo de sus colaboradores.
Como conclusión creo que podemos asegurar que la tecnología va por delante de las formas de trabajar y también de la legislación, además de imponer unos hábitos que en muchas ocasiones comportan un mal uso de las mismas: por tanto, lo que nos toca hacer es no culpabilizarlas de todos los males que nos ocurren, sino que estamos obligados a poner ciertos límites, además de pararse uno a pensar cómo hay que utilizar estos dispositivos, con el objetivo de mantener el equilibrio.
“No se trata de culpabilizar a las TIC de todos nuestros males, sino establecer límites y reflexionar sobre cómo utilizar estos dispositivos, con el objetivo de mantener el equilibrio”