Los equipos preventivos encargados de garantizar la seguridad y salud de las personas e integrar la Prevención de Riesgos laborales en su organización nos encontramos frustrados en muchas ocasiones por los resultados obtenidos a pesar del gran esfuerzo que realizamos desempeñando nuestra labor. Los accidentes laborales siguen produciéndose, y en muchas ocasiones, somos más reactivos que proactivos ante ellos, proponiendo medidas correctoras que no actúan siempre sobre el origen del problema.
A pesar de que, tras la pandemia, se denota una mayor preocupación por la seguridad y salud, y observamos un incremento en la inversión en prevención de riesgos laborales, la realidad es que nos encontramos en muchas ocasiones con servicios de prevención claramente infradimensionados para atender todas sus responsabilidades.
Es por ello que cobra especial importancia implementar una buena cultura de seguridad en la compañía, puesto que el bienestar de las personas no solo es responsabilidad de los prevencionistas, sino que los managers también juegan un papel fundamental en este sentido. Solo ejerciendo un liderazgo preventivo e integrando en sus decisiones la seguridad de las personas, conseguiremos una buena cultura preventiva. De esta forma, los trabajadores percibirán que a la dirección de la empresa le preocupa su bienestar, y por tanto, mostrarán un mayor respeto por las normas y procedimientos implantados.
Los beneficios de implantar un programa de cultura preventiva en la organización son múltiples, tales como:
- Mejora del clima laboral
- Aumento de motivación y compromiso de los empleados, y, por tanto, mejor retención de estos
- Incremento de la participación de los empleados en materia de seguridad
- Reducción de costes: disminución de absentismo y accidentes laborales
Antes de iniciar este gran cambio, sería interesante conocer el estado de la organización y la percepción de los empleados en cuanto al estado de la seguridad. Para ello, podemos aplicar el cuestionario NOSACQ-50, entre otros métodos. NOSACQ-50 es un método que evalúa la cultura preventiva de la empresa a través de un cuestionario de 50 preguntas agrupadas en 7 dimensiones. A través de sus resultados, podemos interpretar mediante la escala de Parker y Hudson, el grado de madurez de la organización, que puede ser patológico, reactivo, calculador, proactivo o generativo:
Un aspecto interesante del método es poder realizar comparaciones entre los resultados obtenidos por managers y trabajadores, o entre departamentos, y poder valorar las diferentes percepciones de la cultura de la seguridad entre los diferentes colectivos. Cualquier discrepancia en la percepción nos dará ideas sobre cómo abordar el programa de cultura de seguridad que pretendemos implantar.
Después de llevar a cabo este análisis, ¿por dónde empezamos?
Es de gran importancia que antes de implantar este programa dispongamos del compromiso de la dirección, que deberá extenderlo hacia sus trabajadores, pasando por toda la cadena de mando, por lo que los managers deben dar un claro ejemplo de liderazgo preventivo de aquí en adelante.
Para ello, es importante capacitar a los líderes de la organización, hacerles comprender sus responsabilidades preventivas como mandos y que entiendan que deben ser precursores del cambio de cultura en la empresa. Deben adquirir habilidades para tener una comunicación efectiva e integrar en sus decisiones la seguridad de sus empleados.
A partir de aquí, ya podemos comenzar a implantar acciones que nos ayuden a conseguir nuestros objetivos. Según nuestra experiencia, algunas líneas estratégicas sobre las que podemos trabajar son:
Debemos generar conciencia del riesgo en todos los niveles de la organización. Para ello, hay que implementar un programa de observaciones preventivas a través de los mandos, de forma que se involucren en la detección de condiciones y actos inseguros, así como en la implantación de medidas correctoras. Sería interesante digitalizar estas acciones, para medir en el tiempo si las deficiencias encontradas son reiterativas, y los plazos en que se corrigen.
Programaremos estas observaciones y controlaremos su ejecución, pues si no existe una planificación, será difícil que las observaciones se integren en sus funciones. Así, poco a poco los managers comprenderán el impacto de sus acciones y podrán corregir las incidencias encontradas poniendo en práctica su liderazgo preventivo. Con esta tarea, conseguiremos mejorar la percepción del empleado respecto de sus managers.
Lo ideal es que esta medida la implantemos igualmente con los trabajadores, para generarles conciencia del riesgo. Podemos comenzar con charlas de sensibilización sobre las temáticas que más influyen en los riesgos de la actividad desarrollada, y acabar realizando talleres prácticos de identificación de riesgos con los trabajadores.
Fomentar la participación del empleado en prevención de riesgos es otra medida que nos ayudará a generar cultura de seguridad, dando importancia a lo que pueden aportar. Podemos implantar notificaciones de riesgo, buzón de sugerencias, concurso de seguridad u otras medidas similares.
- Gestión de comportamientos:
Los comportamientos inseguros son la base de la materialización del riesgo, y por tanto en gran parte, de la generación de accidentes. Detectarlos y actuar sobre ellos es otro de los pilares de un programa de cultura preventiva. En este sentido, debe existir en la organización un procedimiento claro de actuación ante este tipo de comportamientos para que los managers sepan gestionar estas situaciones inseguras.
Una buena forma de que se puedan detectar estos comportamientos sería mediante la implantación de auditorías de observación de conducta, en las que el mánager supervisa a los trabajadores y detecta tanto actos inseguros como comportamientos seguros. Mediante entrevista con el trabajador, se conciencia sobre el acto peligroso y se refuerzan las buenas prácticas.
- Aprendizaje de riesgos y accidentes:
Cuando medimos los riesgos generados en el día a día mediante controles periódicos, solemos encontrar que las incidencias se repiten una y otra vez, puesto que no implantamos medidas que las eliminen en el origen. Si medimos estas acciones en el tiempo, mediante un análisis estadístico de los riesgos reportados podremos identificar los principales problemas y poner medidas en el origen.
Lo mismo ocurre con los accidentes. Muchos de ellos tendrán posibilidad de repetirse en otras áreas o centros, por lo que difundir adecuadamente los accidentes ocurridos y sus causas, pueden evitar que se repitan a futuro.
Para ello, podemos crear un comité de aprendizaje periódico donde compartamos con toda la línea de mando los accidentes más relevantes y sus causas principales para que tomen conciencia del riesgo.
Complementariamente, debemos capacitar a los mandos intermedios en el proceso de investigación de accidentes e incidentes, para que puedan asumir esta tarea. Deben ser capaces de describir adecuadamente el problema e incluso analizar sus causas, no obstante, desde prevención debemos asesorarles para establecer las medidas preventivas, y comprobar posteriormente que han sido eficaces.
En definitiva, para abordar un proceso de transformación cultural debemos partir del compromiso real de la dirección, programar las acciones que vamos a implementar para implicar a toda la organización y fomentar el aprendizaje en todo el proceso. Como resultado, habremos integrado eficazmente la prevención de riesgos laborales, generando la cultura preventiva necesaria.
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