
En las organizaciones, empresas y equipos de trabajo, siempre hay personas que sobresalen por su capacidad de sacar adelante cualquier proyecto o reto que surja. Son auténticos “todo terreno” en los cuales se puede depositar cualquier responsabilidad sabiendo que pase lo que pase y cueste lo que cueste, saldrá adelante.
Tener algunas de estas personas en el equipo es un lujo, dado que son capaces de terminar en plazos ajustados las tareas más complejas con resultados siempre excelentes.
Cuantas veces nos hemos visto en situaciones de sobrecarga de trabajo y fechas límite muy marcadas, y hemos tenido que echar mano de este equipo de “boinas verdes” que son capaces de solucionar el momento y hacer que todo fluya en los plazos y calidades previstas.
Por otro lado, las organizaciones y los equipos también tienen personas con menos capacidad para afrontar este tipo de situaciones. Personas con menos formación, menos ilusión o sencillamente menos compromiso. Personas que desempeñan su trabajo de forma adecuada en circunstancias normales, pero con las que no se puede contar en momentos de alta actividad y estrés. Personas que no asumen los compromisos del trabajo como algo propio y personal, y se limitan a cumplir con su horario de trabajo sacando adelante tareas recurrentes y sin considerar que las urgencias de la compañía o el resto del equipo tengan que afectar a su día a día o a su manera de trabajar. Son esas personas que, cuando miran a su alrededor y ven que sus compañeros están sobrecargados de trabajo en un proyecto concreto, no son capaces de ofrecer ayuda y se van a su casa a la hora que suena la campaña, dejando a los compañeros que cierren sus problemas. Porque entienden que esos son “sus” problemas, y que por tanto no deberían afectarles a ellos.
Estas últimas personas suelen ser, además, las que más veces se quejan de lo mucho que trabajan y lo duro de sus condiciones…
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