La Higiene Industrial, como ciencia orientada al estudio del medio ambiente de trabajo, tiene muchos elementos comunes con las disciplinas que estudian el medio ambiente en general; de hecho, el medio ambiente de trabajo no es más que una parte del medio ambiente global.
Los elementos comunes son típicamente las técnicas de medida y observación del ambiente. Sin embargo, existen al me- nos dos diferencias significativas entre la Higiene Industrial y las Ciencias Ambientales. En primer lugar, debe tenerse en cuenta que en el medio ambiente de trabajo no existen, al menos en nuestro entorno socioeconómico, los ciudadanos más débiles (niños, ancianos y enfermos), que son los que requieren una mayor protección medioambiental. La segunda diferencia importante se encuentra en el patrón temporal de exposición: las exposiciones laborales son de duración limitada a la jornada laboral (normalmente no mucho más de ocho horas diarias o cuarenta a la semana, lo que significa un 25-30% del tiempo total), mientras en el medio ambiente general las exposiciones son permanentes. Estas diferencias se manifiestan lógicamente en los criterios de evaluación de una situación ambiental.
Otra diferencia con las ciencias ambientales reside en el en- torno de aplicación: la Higiene se materializa en un entorno físico muy concreto y en gran medida modificable tecnológicamente (los lugares de trabajo), mientras que las Ciencias Ambientales utilizan la propia naturaleza como soporte físico y la capacidad de manipulación tecnológica es más reducida.
Las relaciones de la Salud Pública con la Higiene Industrial vienen tan de antiguo que diversos autores se han referido a este hecho diciendo que la Higiene Industrial tiene sus raíces en la Salud Pública.
Entre 1910 y 1920, las principales revistas profesionales norteamericanas sobre salud pública (American Journal of Public Health, Journal of the American Public Health Association) empezaron a incorporar secciones fijas sobre Higiene Industrial, creándose las correspondientes ramas especializadas en las asociaciones de las que eran portavoces.
En 1914, el Public Health Service, el principal organismo norteamericano sobre salud pública, estableció su departamento de Higiene Industrial y Saneamiento, que pronto modificó su orientación inicial de carácter médico para otorgar un progresivo protagonismo a la evaluación de las exposiciones a los agentes químicos y físicos que podían estar presentes en el puesto de trabajo; en 1922 contrataron a su primer ingeniero.
Desde entonces, y de forma progresiva, la Higiene Industrial ha desarrollado su propia metodología de actuación, pero su orientación colectiva, rasgo esencial de la Salud Pública, ha seguido formando parte de sus principios de actuación. La evaluación de un puesto de trabajo o la modificación del mismo para hacerlo más saludable no son nunca actuaciones que afecten a un solo individuo, sino que se aplican al colectivo de trabajadores que, a lo largo del tiempo, trabajarán en aquél.
Siendo la Epidemiología una de las ciencias cuyas aportaciones son básicas para el logro de los objetivos de la Salud Pública, nada tiene de extraño que resulte asimismo importante para el conjunto de las disciplinas preventivas y, en particular, para la Higiene Industrial. De hecho, se habla de la Epidemiología Laboral como de una subdisciplina específica dentro del campo de la Epidemiología.
La importancia de su contribución es, por otra parte, creciente: en efecto, cuando la relación causa-efecto entre exposición y enfermedad era evidente, las potencialidades aportadas por las técnicas epidemiológicas resultaban poco menos que innecesarias. En el siglo XIX y principios del XX la silicosis de los mineros, la sordera de los trabajadores de forja, los cólicos saturninos de quienes trabajaban con plomo o el hidrargirismo de los sombrereros eran tan evidentes que caían en el ámbito de lo obvio (recuérdese, por ejemplo, el Sombrerero Loco que apare- ce en Alicia en el País de las Maravillas).
En la actualidad, sin embargo, cuando las enfermedades profesionales (es decir, aquellas manifestaciones patológicas originadas por una causa única o casi única y que se adquieren en actividades definidas) van siendo progresivamente sustituidas por enfermedades del trabajo, muchas de las cuales son de ori- gen multicausal (con algunas causas que a menudo pueden ser ajenas a la actividad laboral) y cuyo diagnóstico se apoya tanto en síntomas (manifestaciones subjetivas) como en signos (manifestaciones objetivas), la aportación epidemiológica se vuelve absolutamente imprescindible. En efecto, para distinguir los factores de riesgo que pueden tener una influencia significativa en los efectos observados, de aquellos cuya influencia puede considerarse, en principio, menor, resulta imprescindible disponer de información sobre colectivos laborales amplios y tratar los datos mediante las técnicas que aporta la Epidemiología.
La Higiene Industrial debe, lógicamente, trabajar en directa relación con la Medicina del Trabajo, ambas disciplinas son complementarias, comparten el objetivo y se aplican en el mismo entorno; pero mientras que la Higiene basa el análisis en el estudio del ambiente, la Medicina observa a las personas situadas en ese ambiente. La Medicina será la que detecte los “fallos” de la Higiene que se materializarán en forma de enfermedades profesionales o de alteraciones de la salud, también advertirá de las limitaciones a la exposición que deberán respetarse en el caso de personas especialmente sensibles. La información aportada por la Medicina tiene que ser utilizada por los higienistas para mejorar las evaluaciones de riesgo o identificar nuevos riesgos que surgen en los puestos de trabajo con la implantación de nuevas tecnologías.
Al mismo tiempo, la actuación de la Higiene Industrial, detectando y evaluando los factores de riesgo ambientales susceptibles de producir patología, constituye un elemento esencial en la planificación de la vigilancia de la salud, que es una de las actividades de la Medicina del Trabajo.
El interés de la Higiene Industrial por los factores de riesgo que causan daño a largo plazo es la diferencia esencial entre la Higiene y la Seguridad en el Trabajo, pues esta última se interesa por aquellos factores de riesgo cuyos efectos tienen una relación muy directa con el daño que causan y un periodo de tiempo entre causa y efecto tan corto que mientras dura la exposición no es posible adoptar medidas preventivas ni de protección. Esta diferencia afecta sobre todo a las metodologías utilizadas para evaluar los riesgos en cada caso.
Otra de las disciplinas preventivas con muchos puntos en común con la Higiene Industrial es la Ergonomía, en particular con la rama dedicada al estudio del ambiente físico. Inicialmente las diferencias entre ambas ciencias eran de objetivo: la Higiene Industrial pretendía evitar las enfermedades profesionales; la Ergonomía, lograr el confort. Las técnicas de observación del ambiente y las metodologías son equivalentes, las diferencias se localizan en los criterios de evaluación, debidas al objetivo diferente. En gran medida esta diferencia se ha ido eliminando con el paso del tiempo, recuérdese la definición de Higiene Industrial de la AIHA dada antes, de forma que no es exagerado decir que actualmente las diferencias entre Higiene Industrial y la rama de la Ergonomía dedicada al estudio de los factores ambientales son casi administrativas.
En nuestro país se mantiene, al menos de forma nominal, la división histórica inicial, de forma que una actividad cuyo objetivo sea evitar un daño físico se reconoce como perteneciente al ámbito de la Higiene, pero si el objetivo es lograr la confortabilidad del trabajador se considera incluida en el ámbito de la Ergonomía.
Fuente: Libro Higiene Industrial