
Actualmente los procesos donde existe transformación de metales, están ampliamente extendidos dentro del ámbito industrial. Concretamente la soldadura, como procedimiento de unión entre partes de objetos metálicos, constituye el procedimiento de conformación metálica más versátil.
Últimamente se han logrado espectaculares avances tecnológicos que han ido perfeccionando los resultados, hasta llegar a nuestros días en los que se han consolidado procedimientos de soldadura muy diversos: MIG, MAG, TIG, láser, plasma, haz de electrones, etc. Sin embargo, todos los procesos siguen basándose en el mismo principio de siempre: elevar la temperatura del punto de unión hasta conseguir el reblandecimiento o fusión del metal, de forma que al enfriarse se forme una masa de unión mecánicamente homogénea.
Es importante que todo este avance tecnológico existente en todos los procesos de soldadura, lleve consigo un desarrollo paralelo en la mejora continua de las condiciones de trabajo. La sociedad actual, así lo demanda.
Como consecuencia de estas operaciones, el soldador está frecuentemente expuesto a humos y gases, que se engloban bajo el término “humos de soldadura”, cuya inhalación puede conducir a trastornos de la salud como intoxicaciones agudas y enfermedades profesionales, de muy diversa naturaleza dependiendo de las condiciones particulares de trabajo: sistema de soldadura empleado, tipo de materiales soldados (material base y recubrimientos), composición de materiales de aporte, tratamiento de las piezas, periodicidad y tiempo de exposición, calidad de ventilación, posturas adoptadas por el soldador, etc y toda aquella información de gran importancia que nos puede proporcionar el propio soldador.
La naturaleza de las sustancias peligrosas generadas durante la operación de soldadura y la proporción relativa de las mismas depende de material que interviene en el proceso y, de forma fundamental, del procedimiento específico utilizado.
Para poder evaluar de forma adecuada el riesgo de exposición por inhalación a los “humos de soldadura“ se deberá realizar una medición ambiental que determine los agentes que están presentes en el ambiente laboral y, en caso afirmativo, en qué concentración.
El problema se plantea cuando buscamos la respuesta a las siguientes preguntas, ya que resultan esenciales para una correcta evaluación higiénica a la exposición a los humos de soldadura:
¿Qué agentes químicos están presentes?
¿En qué formas químicas se encuentra el metal, y en qué estado de oxidación ontribuye en los compuestos formados?
¿Qué factores físicos del propio proceso (temperatura alcanzadas en el proceso, intensidad aplicada, etc…) afectan, y cómo, a la formación de estos compuestos?
Si la técnica analítica aplicada por el laboratorio sólo nos puede especificar únicamente (en la mayoría de los metales) la concentración total de metal, ¿qué parte de ella corresponde a cada uno de los compuestos formados?
La eficacia de muestreo depende principalmente de la distribución por tamaño de partícula del aerosol que se va a captar y de la velocidad y dirección del viento. Los diferentes tipos de operaciones de soldadura que se llevan a cabo generan partículas de distinto tamaño y, consecuentemente, el comportamiento de los muestreadores puede cambiar de una operación a otra ¿es el captador IOM el más adecuado para estas operaciones?
Etc….
Puesto que, por una parte, la composición cualitativa de los humos de la soldadura de los aceros y aceros inoxidables no es bien conocida y, por otra, hay una notable variedad en los efectos atribuidos a los numerosos compuestos formados, concretamente los de níquel y cromo, ante la incerteza existente, debemos de tener en cuenta los siguientes puntos:
La evaluación de los riesgos higiénicos en operaciones de transformación de metales debe incluir tanto la posible presencia de polvo metálico como la de otros compuestos, principalmente óxidos, en especial cuando el metal es sometido a procesos con aporte de calor (soldadura, laminado, etc.).
El estado de oxidación de los metales presentes será en función de distintos parámetros (tipo soldadura, cantidad de energía involucrada en el proceso y temperatura alcanzada, composición material base y aporte , electrodos, etc.), por lo que es difícil prever especies y compuestos formados y su composición relativa.
El resultado de la determinación de níquel y cromo totales incluirá con alta probabilidad especies cancerígenas, puesto que muchos de los compuestos de níquel y cromo lo son. Por ello, y dada la dificultad de conocer exactamente qué especies están presentes, desde el punto de vista preventivo se debería contemplar la peor situación posible y considerar que es de plena aplicación el R.D. 665/1997 sobre la prevención de los riesgos derivados de la exposición a agentes cancerígenos o mutágenos. Evidentemente, esta situación conlleva una serie de “actuaciones” que pueden tener una repercusión importante en los procesos.
También señalar la posibilidad de formación de compuestos de Cr (VI) en los casos de los aceros inoxidables. En todo caso hay que decir que el carácter carcinogénico de los compuestos inorgánicos insolubles de cromo VI parece mejor establecido que el de los solubles, ya que para ellos incluso se ha establecido un mecanismo etiopatogénico y, de ahí, la asignación de un valor límite muy inferior.
El valor límite para los humos de soldadura fue retirado por quedarse obsoleto después de la actualización de los límites de algunos componentes. Sin embargo, la variedad de emisiones de agentes químicos y físicos en los procesos de soldadura, y sus posibles interacciones, hacen que sea muy difícil asignar asociaciones entre exposiciones específicas en los procesos de soldadura y efectos sobre la salud, incluido el cáncer. Por ello es aconsejable que en dichos procesos se intente reducir al mínimo las concentraciones ambientales de contaminantes mediante medidas razonablemente aplicables teniendo en cuenta el estado de la técnica y las buenas prácticas de trabajo.
De todo ello, podemos concluir que los riesgos por inhalación de humos de soldadura pueden considerarse razonablemente controlados cuando las concentraciones de contaminantes a las que se encuentra expuesto el soldador, son manifiestamente inferiores a los límites de exposición profesional a agentes químicos vigentes actualizados.
La eliminación de los riesgos producidos por la exposición a dichos contaminantes exige que los humos y gases no alcancen la zona respiratoria, o, si lo hacen, hayan sido previamente diluidos mediante sistemas de extracción localizada o ventilación general.
Aun así, siempre se perseguirá conseguir la eliminación de las exposiciones y, si ello no es posible, su reducción a los niveles mínimos que permitan los recursos disponibles y los conocimientos técnicos existentes en cada momento.
Indiscutiblemente, todas las medidas técnicas preventivas que corresponderá aplicar al empresario en cada caso particular para alcanzar los objetivos, dependerán de los resultados obtenidos a partir de una correcta evaluación higiénica. Pero es verdad que el grado de riesgo por inhalación de los humos de soldadura dependerá en gran parte de la actitud y colaboración del propio soldador, ya que sus hábitos de trabajo juegan un papel importante para su propia protección y son decisivos para alcanzar el éxito de una exposición sin riesgos.
Existe abierto un amplio debate en esta materia que sólo el paso del tiempo y los avances en la investigación en este campo irán acotando.
Anna Puyalto Rius
Especialista Higiene