La lana extraída de las ovejas se hilaba manualmente gracias a las hilanderas, que eran quienes cogían los grandes fajos de lana cardada y convertían cada filamento en hilos separados entre sí, obtenidos a base de entrelazar varias hebras entre sí.
Siglos atrás, esta tarea era manual, luego se emplearon ruecas que facilitaban el proceso de hilado y, con la industrialización, los grandes telares acabaron con uno de los oficios antiguos más típicos.