
Grupos de hábitos que aborda
Teniendo en cuenta que ya existen otras iniciativas institucionales que abordan los factores de riesgo más comunes relacionados con hábitos nocivos, esta Estrategia se centra en los siguientes hábitos y comportamientos que generan salud a lo largo de la vida y se relacionan entre sí. Estos hábitos contribuyen a prevenir y afrontar, en su caso, un proceso de enfermedad, convirtiéndose en parte activa de la recuperación del proyecto vital de la persona:
Alimentación saludable: Existiendo un amplio consenso sobre el que se lleva años incidiendo, el fomento de una alimentación saludable continúa siendo una prioridad para todas las políticas públicas de salud. Una dieta saludable ayuda a protegernos de la malnutrición en todas sus formas y de manera especial, del sobrepeso y la obesidad, así como de las enfermedades no transmisibles, como la diabetes, las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer. Las estrategias deben dar respuesta a la situación social adversa relacionada con los hábitos de alimentación.
Actividad física: El fomento de la actividad física es también una prioridad para las políticas de salud. La OMS recomienda la realización de actividad física regular de intensidad moderada, como caminar, montar en bicicleta o hacer deporte, por sus considerables beneficios para la salud. Volviéndonos más activos a lo largo del día de formas relativamente simples y teniendo en cuenta que cualquier tipo de actividad física es mejor que no realizar ninguna, podemos alcanzar fácilmente los niveles recomendados de actividad física y reducción del sedentarismo.
Sueño saludable: Dormir lo suficiente y con calidad es esencial para la salud. Las necesidades de sueño varían a lo largo de la vida, fundamentalmente en relación con la edad pero también con diversos factores, tanto individuales como ambientales. El cerebro se mantiene activo durante el sueño y varias actividades que ocurren mientras dormimos ayudan a mantener un buen estado de salud. Cuando los problemas de sueño son duraderos, predisponen a la persona a padecer determinadas enfermedades y a un empeoramiento generalizado de su salud.
Bienestar emocional: El bienestar emocional está íntimamente ligado a la salud general e influido por los mismos determinantes sociales. El concepto de bienestar emocional implica dos elementos fundamentales: sentirse bien y funcionar bien en la vida. Las personas con un nivel bajo de bienestar mental tienen una peor respuesta a los retos de la vida cotidiana y una percepción negativa de su salud. Las estrategias han de fortalecer los activos personales y comunitarios, reducir las barreras estructurales relacionadas y mejorar la calidad del entorno físico.
Sexualidad responsable: La OMS define la salud sexual como un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad. Requiere un enfoque positivo y respetuoso que posibilite tener experiencias sexuales placenteras y seguras a lo largo de nuestra vida, libres de toda coacción, discriminación y violencia. Las formas de vivir la sexualidad, su aceptación y disfrute, todavía se encuentran marcadas por los estereotipos y roles de género tradicionales que determinan el papel de unas y otros en las relaciones sexuales.
Uso positivo de las TIC: Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) no son de por sí buenas o malas, son simplemente instrumentos al servicio de las personas y dependen del uso que hagamos de ellas. La presencia de las TIC y su impacto en nuestras vidas las convierten en aliados estratégicos de la salud pública, en la medida que la usamos para la educación, la promoción de la salud y la enseñanza de nuevos comportamientos saludables. No obstante, su abuso puede generar efectos no deseados en la esfera somática, psicológica y social.