
La deshidratación “afecta a la toma de decisiones y la función cognitiva, traduciéndose en un descenso de la productividad y aumento del riesgo de accidentes laborales y de otra índole”. Por el contrario, una correcta hidratación en el trabajo “puede prevenir muchos accidentes laborales y situaciones de bajo rendimiento, y mejorar la sensación de bienestar de los trabajadores”.
Así lo sostienen los profesores Javier Aranceta, director del Curso de Verano de la Universidad de Cantabria ‘Avances en Nutrición y Salud Pública’, que se desarrolla esta semana en Laredo, y Lluís Serra-Majem, presidente de la Fundación para la Investigación Nutricional (FIN) y de la Academia Española de Nutrición y Ciencias de la Alimentación (AEN) y co-autor junto con Aranceta de la Guía de la Hidratación.
Aproximadamente dos tercios del peso del cuerpo de una persona son agua y ésta se considera como un elemento esencial para la mayoría de los procesos fisiológicos. Nuestro organismo no almacena el agua, por lo que la cantidad que perdemos diariamente debe restituirse mediante la ingesta de agua y otros líquidos, y alimentos con un alto contenido en agua, de forma periódica y rutinaria.
Mantener una correcta hidratación es especialmente relevante cuando se realizan tareas intelectuales o que requieran la atención y estado de alerta de las personas. En concreto, tan solo una deficiencia del 1% del peso corporal se ha relacionado con disminución del rendimiento físico, mientras que una deshidratación del 2% afecta ya al rendimiento intelectual (memoria a corto plazo, atención, fatiga, facultades aritméticas, velocidad psicomotriz, rapidez de decisiones perceptivas, etc).
Otro de los aspectos a abordar durante el encuentro es la importancia de mantener el equilibrio energético entre lo que comemos y lo que gastamos para prevenir problemas de sobrepeso y obesidad.
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