Muchos gobiernos, incluido el de España, están adoptando, como medida para prolongar la vida laboral de los trabajadores, la elevación de la edad de acceso a la pensión de jubilación más allá de los 65 años. Estas políticas parten del supuesto de que la mayoría de los trabajadores estarán en condiciones de salud para prolongar su vida laboral y desempeñarse adecuadamente en sus puestos. Otro supuesto detrás de estas políticas es que la prolongación de la vida laboral promueve la salud. En la realidad, diversas investigaciones señalan que los beneficios para la salud de trabajar hasta una edad avanzada son modestos y dependen casi totalmente de las condiciones de trabajo. Además, las observaciones sobre el efecto de las medidas de ‘promoción de la salud’ en el trabajo suelen estar sesgadas por el ‘efecto de trabajador sano’: el efecto se sobreestima pues estas políticas se dirigen a personas que continúan trabajando porque gozan de buena salud relativa. Los datos apuntan que a la edad de 65 años, una buena parte de los trabajadores de más edad ya ha abandonado involuntariamente sus empleos, y una causa importante de su salida es la mala salud.
Las políticas de prolongación de la vida laboral no toman en cuenta ni dan respuesta al hecho de que la mala salud está asociada a las posiciones más desventajosas en el mercado laboral. El trabajo manual pesado, una característica que define a los trabajadores poco cualificados, aumenta drásticamente la probabilidad de problemas musculoesqueléticos, así como de lesiones, problemas respiratorios, cánceres y enfermedades cardiovasculares. El trabajo inseguro y mal remunerado y el trabajo que implica condiciones psicosociales adversas también afectan a la salud física y mental. La salida anticipada por mala salud repercute en las cotizaciones sociales así como en menores ahorros para la vejez, generando o agravando las desigualdades económicas y sociales para los años siguientes. Una investigación reciente realizada por Jennifer Welsh y colaboradores analiza datos australianos con un diseño prospectivo y longitudinal. El análisis estima el alcance de los límites de salud de los trabajadores que superan los 50 años y las formas en que los riesgos laborales se ven agravados por otras formas de desventaja en el mercado laboral. Encuentra que las enfermedades crónicas están asociadas a un aumento de cinco veces en el riesgo de retiro involuntario del trabajo y la inmensa mayoría de las personas con problemas de salud abandonarán el mercado laboral debido a ello. También encuentran pruebas de que las desventajas en el mercado laboral relacionadas con el cuidado, la ocupación y la calidad del trabajo incrementan la jubilación involuntaria relacionada con la salud. Este equipo de investigación considera que, a partir de la literatura, es más probable que la mala salud impulse la salida del mercado laboral entre los trabajadores de más edad empleados en ocupaciones de cuello azul o rosa (sector servicios, como sanidad, educación, trabajador doméstico) que en las ocupaciones de cuello blanco. El refuerzo de la prevención de riesgos, así como al acceso a adaptaciones del puesto y a jornadas reducidas, así como facilitar el acceso a los servicios de salud de la población trabajadora, son políticas que podrían contribuir a la continuación del empleo hasta los 65 años.
Desafortunadamente, en Australia, como en España, las políticas de empleo van por otro lado, olvidando que tienen en sus manos reforzar las políticas de prevención de riesgos laborales. Este enfoque podría ser mucho más útil para lograr que la vida laboral de la población trabajadora llegue hasta los 65 años, para contribuir a la salud del conjunto de la población y para reducir las desigualdades sociales.
Jennifer Welsh, Lyndall Strazdins, Sara Charlesworth, Carol T Kulik & Catherine D’Este (2018): Losing the workers who need employment the most: how health and job quality affect involuntary retirement, Labour & Industry: a journal of the social and economic relations of work, DOI: 10.1080/10301763.2018.1522609
Fuente: ISTAS