La persona que en algún momento de su carrera profesional decide dedicarse al asesoramiento en materia de prevención de riesgos laborales, se enfrenta a una dicotomía clara. Por un lado, la satisfacción de contribuir a que se garantice la seguridad y salud de quienes desempeñan su actividad laboral expuestos a algún riesgo. Pero, por otro lado, existe una preocupación constante sobre las consecuencias que se pueden derivar de ese asesoramiento. Preocupación que se acentúa aún más cuando se desconoce qué responsabilidades pueden derivarse exactamente frente al personal técnico y cuáles son los procesos que se siguen para exigir esas responsabilidades.