
Por espíritu de la propia Ley de Prevención de Riesgos Laborales, el empresario es el máximo responsable de cuidar la seguridad y salud de sus trabajadores.
Solamente con esta premisa, no debería ser necesario dar mayores argumentos para que él mismo se sienta responsable, pero eso cambia cuando el factor económico entra en la ecuación, pues la inversión a realizar en seguridad no siempre se ve como tal, sino que se percibe como un coste sin producción, sin reporte del beneficio económico que se espera de cualquier inversión.
Esta circunstancia se ve agravada cuando la empresa pertenece al sector de la construcción, el cual, además de ser uno de los más afectados por la crisis económica, padece un tremendo problema de intrusismo, falta de profesionalidad y de formación de gran parte de los agentes que intervienen en el proceso constructivo.
No es realmente un beneficio económico el que se debe esperar de una inversión en prevención de riesgos, sino un beneficio en la productividad del trabajador, en imagen de empresa, en relación con direcciones facultativas de las obras o de los mandos de las empresas que nos subcontratan. En definitiva, una imagen que nos diferencie del resto, que aporte un punto de calidad adicional a la saturada oferta del mercado y nos permita aportarlo como argumento de venta adicional a las demás virtudes de la empresa.
También se podría decir que se puede obtener un beneficio económico, aunque no entendido como un beneficio productivo, sino más bien de ahorro de costes ya que, en caso de accidentes, por leves que sean e incluso aunque no los haya sufrido la propia empresa, suelen derivarse investigaciones por parte de las autoridades laborales que, en el caso de haber realizado una correcta actuación preventiva tendrá menores consecuencias y menor pérdida de tiempo en arreglar papeles a última hora, pero que en caso contrario pueden suponer importantísimas sanciones a la empresa, incluso la cárcel para el empresario y responsables.
Costes del Accidente
Desgraciadamente, en muchas ocasiones para convencer a algunos empresarios no es suficiente aportar argumentos técnicos, legales o de beneficio para sus plantillas, sino que es necesario hablar en términos económicos.
Como muestra del ahorro que produce la prevención, vamos a analizar los diferentes costes puede suponer para la empresa que suceda un accidente en el centro de trabajo.
Tal como se ha adelantado en el anterior párrafo, cualquier accidente acontecido en el centro de trabajo puede ser responsabilidad de cada una de las empresas que se encuentran trabajando, aunque el accidente no se haya producido sobre un trabajador propio.
Uno de los costes que produce un accidente es el del propio trabajador. Evidentemente las lesiones que se produzca el trabajador tenemos que tenerlas en cuenta, pero aquí se pretende describir el quebranto que se produce para la actividad productiva de la empresa.
Supongamos por ejemplo una empresa de albañilería con tres trabajadores trabajando en una obra, se encuentran haciendo tabiques en planta baja cuando al llegar un desnivel existente, de apenas 50cm pero sin señalizar, el trabajador, que era el primer día que estaba en esta obra y no sabía que estaba el desnivel, se tropieza al bajarlo y se tuerce el pié.
Lo primero que estamos perdiendo en ésta situación es que ya tenemos a tres trabajadores que, entre el que se ha lesionado y los que le están auxiliando, no hay nadie trabajando… Nadie produciendo.
Una vez auxiliado al trabajador, ya se evidencia que no ha sido nada, pero cojea un poco y le duele al apoyar, así que lo mejor será llevarlo a que le den un vistazo. Evidentemente el accidentado no puede conducir, por lo que al menos uno de sus compañeros tendrá que llevarlo a centro de asistencia, con lo que estos dos siguen sin trabajar y el tercero, que era el peón, no puede hacer nada sin los dos oficiales, así que ya tenemos el día perdido… Seguimos sin Producir.
Al día siguiente, el trabajador deberá permanecer de baja unos días, no muchos, pero suficientes para que la productividad con dos trabajadores no sea la misma que con tres, o para que haya que reorganizar otros tajos para cubrir el hueco, con el tiempo que ello supone en organización.
Además, todo accidente supone un papeleo con las mutuas en el mejor de los casos, que ya llevaría algún tiempo de resolver, pero nada comparado con que haya sido informada la inspección de trabajo y comiencen a solicitar una documentación de la cual ni nos acordamos de donde la hemos guardado, por lo que habrá que pasar unas cuantas horas poniendo al día documentación en vez de trabajando. En el mejor de los casos, si la empresa cumplía con las obligaciones preventivas, será un simple formalismo, pero la carencia de documentación solicitada (o falseo de la misma) puede ocasionar importantes sanciones… Encima de no producir, ya empieza a costar dinero.
Todos estos costes que se han comentado habrían sido solucionados, simplemente, con poner un cartelito junto al escalón, haber informado al trabajador de que existía el escalón. Parece un coste insignificante teniendo en cuanta el ahorro que puede suponer.
En este ejemplo se ha considerado un accidente sin consecuencias mayores que un esguince, pero no pocos de estos accidentes tontos producen mayores daños en los trabajadores, incluso la muerte.
Una simple caída desde una escalera mal apoyada puede producir lesiones muy graves, pues hay que contar con uno de los factores que es muy socorrido cuando se habla de accidentes laborales… la mala suerte. Un daño grave en un trabajador conllevará con total seguridad una investigación que puede acabar con sanciones que harían desaparecer a la mayoría de las pequeñas y medianas empresas de la construcción, además de poder llegar a suponer penas de cárcel para el propio empresario y los responsables designados.
Imagínate tu, empresario, con lo que te ha costado llegar a montar la empresa, mayor o menor, pero tuya, que te encuentras desayunando cuando te llaman al móvil, por enésima vez ya en lo que llevas de día, pero esta vez podría cambiar tu vida. Un simple escalón, una barandilla mal puesta, un hueco sin tapar, los trabajadores sin formar, prisas por acabar… todos estos factores y muchísimos más pueden acabar con un tranquilo desayuno.
Es evidente que el momento económico en el que nos encontramos no ayuda mucho para tomar decisiones de inversión de ningún tipo en la actualidad, aunque mucho menos está la economía como para hacer frente a multas y sanciones normalmente elevadas las cuales, como ya se ha comentado, son fáciles de resolver sin apenas gasto directo más que aprender a hacerlo bien, concienciando a todos los escalones de la empresa de la importancia de trabajar con seguridad y mostrando a cada uno de ellos cual es su papel dentro de la organización preventiva.
También en momentos de crisis, cuando las empresas luchan entre ellas por hacerse un hueco en el mercado es un buen momento para destacar, para vender más, obtener más contratos, ganar clientes. Debido a la gran oferta de empresas, los precios ya están de por si bastante bajos, por lo que para destacar ante los clientes hay que ganar en calidad y en confianza hacia nosotros.
Que mejor confianza que el evitar accidentes y problemas que también afectarían al cliente. Las direcciones facultativas y demás técnicos responsables de las obras aprecian y buscan a empresas que sean seguras. Eso se nota en el mismo momento en el que se entra a una obra, en cuanto no ves escombro por los suelos y una señal te indica donde se encuentra la escalera prevista para subir al siguiente forjado. Son acciones sencillas de aplicar si se tiene el procedimiento interiorizado en la forma de trabajar de la empresa.
Que la dirección facultativa tenga una buena imagen de la empresa es fundamental, ya que ellos podrán estar de nuestro lado, colaborando con nosotros y ayudando a resolver problemas o pueden estar con la mosca detrás de la oreja, desconfiando, dictando órdenes sin parar para garantizar la seguridad, parando tajos por falta de protecciones, lo que nos lleva otra vez a perder productividad. Mala posición la nuestra en ese caso cuando necesitemos que nos firmen una certificación, nos autorice a algún cambio en la obra, etc…
Con lo fácil que sería que los propios trabajadores colocaran las barandillas sin que nadie les dijera nada, cogieran sus propios arneses sin tener que recordárselo, avisaran de un hueco que han visto al pasar, en definitiva, que fueran conscientes de los riesgos que corren y los eviten, gracias a su involucración, concienciación y participación en un sistema de prevención eficaz.
En manos de los empresarios está el alcanzar este objetivo. No hay que olvidar que el trabajador es el que produce en la empresa. Sin trabajador no hay producción. Sin producción o con producción deficiente no hay beneficio, que es el objetivo de toda empresa.
