
Uno de cada diez españoles realiza jornadas laborales excesivas. Los enganchados al puesto ponen su salud en juego.
Al borde del colapso
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha recabado estudios según los cuales “se descubrió una relación ligeramente positiva entre los horarios laborales prolongados (más de 48 horas semanales) y las tasas de mortalidad, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes no insulinodependiente, el riesgo de jubilación por incapacidad…”. Por no hablar del ‘burn-out’ (síndrome del quemado) y del karoshi’ o muerte por exceso de trabajo que arrasó a finales del siglo pasado con miles de japoneses.
Encantados de conocerse
Los expertos en adicciones coinciden en que uno de los principales problemas para detectar la relación patológica con el trabajo se debe a que quienes la padecen están encantados de conocerse y jamás admitirían tener un problema. No suelen pedir ayuda por sí mismos. Se diferencian de un mero currante impenitente en el placer que obtienen con su laboriosidad compulsiva y la absoluta incapacidad para desconectar.
Ilustres ‘adictos’ al trabajo
Tim Teeman descubrió en The Times a un George Clooney “workaholic y aterrorizado ante la posibilidad de ser irrelevante cuando se apague la fama”. Entre otros muchos, también fueron ilustres workaholics el expresidente de EE UU Richard Nixon, según el psiquiatra Francisco Alonso-Fernández, y el primer director del FBI, J. Edgar Hoover, como aprecia la doctora Rosa Sender tras ver su biopic en el cine.