
¿Nos hemos parado a pensar si realmente somos felices? ¿Qué es lo que hace al ser humano más feliz?
Creemos que logrando nuestros sueños, aspirando a un mejor trabajo, una bonita casa o una vida con lujos es la fuente de la verdadera felicidad. Sin embargo, lejos de lo que se ha pensado, sabemos que ni el dinero, ni vivir en un determinado país, ni la educación o la propia salud hacen más felices a las personas. Por lo que, del antiguo dicho “salud, dinero y amor” sólo prevalecería el amor y el contacto con los demás. Se ha comprobado que la consecución de objetivos (comprarte una casa o que te toque la lotería) supone una fuente de felicidad limitada, pues, al cabo de tres meses la alegría inicial disminuye. Lo mismo sucede con la riqueza, ya que no son más felices las personas con más dinero, sino aquellas cuyos ingresos medios cubren sus necesidades básicas. A partir de ahí, no hay más felicidad.
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Imagen CC Jorge Sanmartín Maïssa