
Ignacio Buqueras, Presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios en España, escribe un artículo en Zoom News acerca de la jornada intensiva en España, dado que cada vez son más las empresas que, llegadas estas fechas, adoptan el llamado “horario de verano” o jornada intensiva. Ese planteamiento nos acerca, aunque sólo sea durante los meses estivales, a los horarios habituales de los países de la Unión Europea.
Desde el 15 de junio en algunos casos, o desde el 1 de julio para los más rezagados, a nuestras empresas les entra un sofoco de europeidad y sentido común que les lleva a adoptar este horario que distribuye la jornada laboral de un modo más racional, eliminando la jornada de tarde a cambio de adelantar la hora de entrada y retrasar la de la salida para ir a comer.
De este modo se rompe con la pauta horaria que las empresas españolas siguen durante el resto del año, culpable entre otras cosas de las interminables jornadas de trabajo que perjudican sistemáticamente nuestras horas de descanso y de ocio, para adoptar una jornada continua que concentra nuestra actividad profesional en un periodo más compacto y que deja a los españoles con algo más de espacio para el área personal.
Esta pequeña conquista en la batalla de la conciliación y de unos usos horarios más acordes con nuestros vecinos europeos se puede ver amenazada por la grave crisis económica que sufrimos. Esta situación podría llevar a las empresas a engaño, a resolver que el horario de verano queda suspendido hasta que la situación se resuelva, y que con la que está cayendo lo razonable es incrementar las horas de trabajo y restringir las medidas de conciliación de los trabajadores en aras de la productividad.
Considero que quienes así razonen cometerán un grave error. Hay datos que demuestran que la jornada de verano no sólo no supone una merma de productividad, sino que la incrementa, al tiempo que reduce los gastos, entre otros, los energéticos. Además, para mí lo más importante es el capital humano, que se siente más atendido y, por ello, más satisfecho.
Está demostrado que la motivación de los empleados es mayor cuando tienen esta clase de horarios. Las medidas de conciliación siempre repercuten en una mejora de la productividad. La fórmula es sencilla: los empleados satisfechos rinden más aunque el número de horas que pasan en la oficina sea menor. En España se hace necesario un cambio importante y urgente: pasar de la cultura de la presencia a la de la eficiencia buscando la excelencia. Es por ello que desde la Comisión Nacional llevamos luchando desde hace justo 11 años para que los españoles podamos disfrutar de una vez por todas de unos horarios más racionales, más europeos.