
Así concluye el informe publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS): Las mujeres y la salud: los datos de hoy, la agenda de mañana.
“Aun cuando se han realizado algunos progresos, las sociedades del mundo entero siguen fallando a la mujer en momentos clave de su vida, particularmente en la adolescencia y la vejez”
Antes de que algunos huyan creyendo que están ante un post fundamentalista de género, vaya por delante que nunca me he considerado feminista, al menos por la visión mediática que exhibe el movimiento. Pero si leemos la definición de feminismo de la RAE: “Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres”, ¿alguien puede no estar de acuerdo? Como en todo, hay matices y la salud es básicamente tan importante como para no olvidar esta premisa.
Según un material editado por el Instituto de la Mujer de Andalucía: “Las diferencias morfológicas y de funcionamiento orgánico que existen entre mujeres y hombres producen lógicas variaciones en el estado de salud y en el modo de enfermar y morir de unas y otros”.
El informe citado de la OMS explica que “Mujeres y hombres afrontan muchos problemas de salud semejantes, pero las diferencias biológicas son de tal magnitud que la salud de las mujeres merece que se le preste una atención particular” y proporciona datos recientes sobre las necesidades específicas de las mujeres y los problemas de salud que enfrentan desde el nacimiento hasta la vejez.
Las mujeres viven más que los hombres, pero eso no significa que esos años los vivan con más salud. Muchos de los problemas que aquejan en la edad adulta se remontan a la niñez y adolescencia, en cómo se cuidaron en esas etapas: nutrición, actividad física, hábitos tóxicos, relaciones sexuales… De ahí la importancia de prestarle una especial atención a la salud de las mujeres en los primeros años de vida.
La mirada androcéntrica de la salud ha hecho que la mayoría de los problemas que afectan a la salud de las mujeres no se hayan estudiado suficientemente, dando lugar a desigualdades en la salud con graves consecuencias para las mujeres.
Con frecuencia se han aplicado a las mujeres resultados de estudios realizados fundamentalmente con población masculina., dando lugar a errores al realizar intervenciones diagnósticas, terapéuticas o de prevención.
Por ejemplo, sabemos hoy que las enfermedades cardiovasculares son una importante causa de mortalidad femenina. Sin embargo, como las mujeres suelen presentar síntomas distintos a los hombres y en general, los ataques cardíacos e ictus son considerados problemas masculinos, resulta que las cardiopatías en mujeres con frecuencia no se diagnostican correctamente, lo que retrasa el tratamiento y por tanto la resolución.
Entre los ejemplos biológicos que diferencian a las mujeres de los hombres está la menstruación, reflejo de los cambios cíclicos hormonales.
Todavía hoy, muchas mujeres creen que el dolor durante la menstruación es algo “natural” y como tal hay que soportarlo, si acaso tomar algún analgésico o antiinflamatorio. Sin embargo, se sabe que la dismenorrea (nombre que recibe el dolor menstrual) puede ser una manifestación de desequilibrios hormonales cuya causa debe investigarse y resolverse. (Instituto de la Mujer de Andalucía, Valls-Llobet Carme, 2012). O en cualquier caso evitar padecer el dolor.
La dirección que va tomando el post no es casual, pues me acordé de un artículo que leí este verano: La Regla puede doler como un ataque al corazón ¿Por qué no se investiga más?. Y después de todo lo expuesto, sentí como un arrebato.
“Si los hombres padeciesen reglas dolorosas, pero de las de verdad, seguramente ya existiría un tratamiento de primera opción que paliase el dolor y eliminase la causa”.
Como bien describe el artículo, es “una agonía que nos han enseñado a callar”, pero una agonía muy variada: espasmos pélvicos que se reflejan en piernas y por la espalda hasta los riñones, sudores fríos, astenia, humor depresivo, diarrea, vómitos… Y eso ocurre todos los meses de todos los años, y en algunos casos se repite a mitad de mes cuando se produce la ovulación.
No todas las mujeres los padecen, ni todos los síntomas, ni con la misma intensidad. Pero existen más casos de los que se “declaran”. Me refiero a lo siguiente, puedes eludir un compromiso, quedarte en cama o incluso causar ausencia en el trabajo por fiebre o migraña (por poner algún ejemplo) pero ¿por la regla? ¡Venga, va!, tener la regla no es una enfermedad.
Y diría más, como me espetó una vez una ginecóloga (y ella se quedó tan ancha), “no tengo nada que tratarte, porque tener reglas dolorosas y/o hemorragias abundantes no es una patología, es una molestia que se soluciona con calmantes”.
Pues resulta que la empresa de Bristol Coexist, anuncia que dará días de baja a las empleadas que lo necesiten durante los días de la menstruación. La directora de la compañía, Bex Baxter, asegura: “He trabajado con muchas mujeres a lo largo de los años y he visto cómo se retuercen por el dolor que les causa el periodo, pero no se van a casa porque consideran que no están enfermas”.
La dismenorrea secundaria (que aparece en edad adulta), que en algunos casos puede ser invalidante, puede estar provocada por endometriosis, una enfermedad que tarda en torno a 9 años en diagnosticarse, precisamente porque las propias mujeres no nos quejamos al ginecólogo/a lo suficiente o bien porque éste/a no “encuentra” la solución apropiada para cada caso, pero resulta que ésta existe. Es triste pero cierto, todo depende de las “manos en las que caigas” y como lo tenemos así de asumido…
Es una realidad que desde ya hace años se está trabajando desde muchas instituciones, tanto a nivel internacional como desde cada territorio en nuestro país, por la igualdad de género y la salud. Pero es evidente que debemos ser nosotras mismas, las que padecemos, las máximas implicadas, las que debemos exigir más investigación centrada en las particularidades del género femenino y mejores soluciones a nuestros problemas de salud.
Como dice Deborah Mason de Wellbein Women (fundación británica que financia investigación en salud reproductiva): “Hay poca investigación, y por tanto poca información nueva sobre la materia, en parte porque las mujeres no se quejan”.