
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.” (Mateo 5,13)
Desde hace unos meses, tengo esta frase en la mente, a raíz de una vivencia en la que percibo que algún cargo, relacionado con la PRL, no está desempeñando su trabajo como debe.
Por extensión, entiendo que es muy aplicable también para los Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales y es que, independientemente de credos, La Biblia encierra, de forma metafórica, grandes verdades comportamentales, si se para uno a reflexionar un poco.
Además, siempre estas fechas me inspiran, cuando de nuevo veo llegar noviembre, con su aniversario de la vigente Ley. En esta ocasión, cumple los 21, que, si bien no es un número tan redondo como el anterior, representó la mayoría de edad, cuando se alcanzaba de forma bastante tardía, por cierto. Una vez más, una se pregunta si esto implicará alguna diferencia, pero (con cierto pesimismo, lo confieso), me temo seguirá acusada de una importante inmadurez, si no termina de tenerse en cuenta el versículo de Mateo citado.
Seguramente, esta frase puede servir para muchos oficios, si bien en el nuestro, diría, cobra un total sentido, debido a nuestra necesidad de “predicar” continuamente, para la consecución del imprescindible cambio conductual que perseguimos; además de vernos y sentirnos sometidos a las presiones en las que solemos estar inmersos. Conscientes ya de que nos encontramos en medio de intereses que subyacen a la Economía local, (Empresa, Trabajadores y Administración), la cuestión puede residir en que no todos ellos tienen la misma fuerza en el mismo momento, tirando de nosotros con más energía unos u otros, según se tercie.
Cuando todo esto surgió, con el fin de resolver problemas económicos y sociales, fue promulgado por la Administración y apoyado por los trabajadores (por el beneficio que les suponía). Quizás entonces la Empresa sintió que era la parte débil, que debía de ceder.
De ahí, que se haya derivado, como posibilidad, que su forma de contrapesar es tirar de nosotros, los actores intermediarios, para equilibrar las fuerzas, llegando en muchos casos a poner en entredicho nuestro rol. Y ahí es donde existe el peligro de que “la sal se vuelva sosa”.
Esa idea, que puede parecer banal, según los principios éticos y profesionalidad de cada uno, no lo es, ya que el perjuicio resultante, nos supera totalmente. Si pervertimos las funciones que desempeñamos, nos perjudicamos profesionalmente, porque ya no nos considerarán como tal; pero es que además, ese perjuicio se extenderá a nuestra empresa (si es especialista de PRL, sobre todo), y también a todo el sector que compartimos, pues quien nos observa pensará que todos nuestros compañeros hacen lo mismo y nos despreciará en bloque.
Olvídate entonces de vender, has perdido la credibilidad, sólo te ficharán aquellos que valoren tu “sosería”, y que por lo tanto, te contratarán por farsante, corrupto o mangante. Tus conocimientos técnicos ya no importarán, sólo tu capacidad para olvidarlos según interese al que te paga. Esa será tu profesión, a partir de ahora, aunque la maquilles como quieras.
Es triste, cuando menos, no? Que todo el esfuerzo invertido en formación y dedicación, quede en que sólo sirvas “para que te pisotee la gente”. Es el precio a pagar por tu falta de voluntariedad, por tu incapacidad de mantenerte en tu ser y tu flexibilidad mal entendida. Has dejado de existir con tu identidad propia, para convertirte en lo que a algún otro se le antoje.
¿Merecerá la pena? Por más que ganes,… por más que aparentes…
Si respondes “NO”, no lo dudes, retoma el control y actúa. Recuerda que eres “sal”, y recuérdaselo a quien lo olvide. Encontrarás donde estar para aderezar tu entorno y conseguirás, como seguro que siempre quisiste, hacer de la vida un lugar mucho más sabroso.
Nos vemos, y encontramos, en “el salero”.
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