
“Es escuchar las primeras melodías de un villancico, y comienzo a sentir palpitaciones y sudoración en la piel” ¡Qué estrés, ya está aquí la Navidad!
Hoy hemos acompañado a Telefónica en el acto de entrega de su recertificación de Empresa Saludable -Sistema de Gestión de Excelencia Empresarial Saludable (SEES)- que ya obtuvo por primera vez en 2015. Esta certificación bianual valora las actuaciones que las empresas realizan en 4 ambientes:
En estas fechas próximas a la Navidad, cuando me siento a charlar con mis directivos y comparten conmigo sus inquietudes personales y profesionales, cada vez son más los que me relatan esa asociación de estímulo (el villancico) y respuesta condicionada (la ansiedad). Lo describen como algo desagradable y molesto, incluso limitante.
Días de gasto continuo y excesivo, dónde la presencia de la familia es casi permanente en nuestra destartalada rutina; acumulación de encuentros sociales, todos ellos concentrados en los mismos días (cenas y comidas con amigos, vecinos, compañeros de trabajo y familiares), y el consiguiente exceso de ingesta calórica y excitante que nos conduce a dormir poco y mal. Pretender, en escasas tres semanas, llevar a cabo tantas y variadas actividades, es una tarea condenada al fracaso.
El resultado es: agotamiento, irritabilidad y mal humor. Todos ellos síntomas de la ansiedad que, una vez más, nos juega malas pasadas. Hemos convertido las reuniones familiares, compras navideñas, cenas y comidas sociales… en activadores de nuestra ansiedad.
¿De verdad son estas situaciones las responsables? Lo cierto es que no. Es nuestro lenguaje interno y pensamientos, los desencadenantes de la sintomatología. Todo aquello que nos decimos mientras vamos camino al trabajo o volvemos de él, nuestras anticipaciones mentales, los “tengos” y “deberes” que uno mismo se autoimpone; “tengo que quedar con mis amigos para despedir el año”, “debería comer con los compañeros para festejar la navidad”, “tengo que ir a comprar los regalos”…
La sensación de falta de control genera aún más ansiedad, que intensifica todos estos síntomas, entrando en un bucle sin fin. La Navidad nos coloca en un continuo estado de alerta. ¿Te imaginas sentir que de forma permanente tu vida está siendo amenazada? ¡Agotador! Eso es el estrés navideño.
Pero no nos engañemos, la Navidad puede resultar estresante hoy, y mañana lo será otra cosa.
-“Entonces ¿No puedo hacer nada más que esperar que pasen estos días?”- me preguntan mis directivos. -“El estrés está en nosotros, no en el entorno”-respondo yo.
Asume y acepta que en la vida hay pocas cosas que puedes controlar. Todo es incertidumbre. Aun así, donde sí puedes decidir y elegir es en qué quieres pensar y como te quieres sentir.