
Desde la publicación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, hace ya más de 25 años, la obligación empresarial de realizar una Evaluación de Riesgos se ha convertido en el cometido principal de muchos Técnicos de Prevención. Si bien es cierto que este documento es muy importante, ya que su realización supone la base de todas las actividades preventivas que deben realizar las empresas, se viene observando que en muchos casos cuesta dar el siguiente paso, que sería la implantación efectiva de las medidas que en dicho documento se proponen.
El primer aspecto para que una Evaluación de Riesgos pueda ser un documento útil, es que sea muy concreta y específica, de forma que los responsables de las empresas tengan claro cuáles son las acciones a ejecutar y puedan designarle responsables, plazos de ejecución, y una asignación económica si procede. Para ello, es aconsejable que se agrupen las medidas según su tipología (formativas, informativas, controles periódicos, Equipos de protección individual, procedimientos y correctivas).
Vemos que en muchos casos la labor que desempeña el Técnico de Prevención queda relegada a la realización y actualización de la Evaluación de Riesgos, lo que demuestra un enfoque de la prevención por parte de la compañía puramente formal, cuyo único objetivo sea probablemente cubrir el expediente, o lo que algunos llaman «tener los papeles en regla».