
“Sálvame”, por si alguien lo desconoce, es un programa que realiza una productora para el grupo Mediaset, más conocido como Tele5, en España. Es lo que lleva años conociéndose como “periodismo rosa” y se dedica a comentar los dimes y diretes de los famosos. También se le califica como “telebasura” contando con un gran número de detractores, aunque lo cierto es que lleva emitiéndose más de una década con excelentes resultados.
Para mí poner el programa, escuchar el cacareo de los tertulianos y quedarme dormida es sagrado. No puedo dormir con los documentales de la 2 ni con las telenovelas, necesito mi dosis de “Sálvame” para esos minutos de siesta, que hacen que pueda sobrellevar el resto del día. Así que sí, yo veo “Sálvame”, en contra de lo que afirma la mayoría de la gente, que reniega del programa en cuestión. Y no solo lo veo, sino que, si eres técnico de prevención o pretendes serlo, te lo recomiendo encarecidamente, porque es el Vademecum de los riesgos psicosociales.
Me gustaría comentar algunas de las cosas que he visto a lo largo de estos años:
- Una presentadora arrebató el bolso a un a tertuliana y volcó el contenido en medio del plató, ante la negativa y los gritos de la dueña del mismo y el regocijo de los demás contertulios. En el caso de esta tertuliana los ataques públicos hacia su persona eran frecuentes y lo normal era que se la interrumpiera hasta el punto de no dejarla hablar.
- Una tertuliana se levantó de su puesto con la intención de agredir físicamente a un invitado. En este caso optaron por retirar la cámara y mantener el sonido de fondo.
- Las interrupciones son constantes, tanto por parte del presentador como de los otros tertulianos, es normal que no se pueda expresar una idea completa en una sola intervención.
- No se habla, se grita constantemente.
- Los ataques personales y las faltas de respeto entre compañeros son frecuentes.
- Existen intromisiones y exposición de la vida personal de los tertulianos de manera constante, sobre todo es normal en el caso de los más propensos a la pérdida de control de sus emociones.
- Se humilla de manera pública y notoria a los participantes, con la exigencia de vestir disfraces, lanzarles tartas a la cara o huevos a la cabeza, bajo la amenaza de retirarles horas de intervención semanal (con lo que implica de perjuicio económico) o incluso de rescisión del contrato.
- Se anuncia al principio del programa que se va a “despedir” a una persona de las allí presentes y se indica que se dirá el nombre en el bloque final de la emisión, tras unas 3 horas en directo de elucubraciones sobre quién será el desafortunado.
Es bien cierto que este no es un entorno laboral al uso y también es muy posible que todos estos contenidos sean fruto de la imaginación de los guionistas con el consenso de los implicados. El problema es que contribuyen a normalizar comportamientos violentos y acoso, justificados, además, por los propios participantes (y las propias víctimas) “porque les hace falta el dinero”, según expresan abiertamente algunos de ellos. Todo por la pasta.
Nos guste o no, la televisión genera iconos, modelos y tendencias a seguir. Ahora que España ha iniciado la ratificación del Convenio 190 de la OIT, sobre la violencia y el acoso en el ámbito laboral, es hora de requerir a entidades públicas y privadas que trabajen activamente en la difusión de modelos que fomenten el respeto hacia la dignidad de las personas, que nunca debe tener precio.
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