La aproximación a un cruce o a una glorieta también requiere una adaptación de la velocidad previa a la maniobra, parecida a la que requiere una detención, ya que en un giro o en una incorporación a una rotonda, es posible que debamos detener nuestro automóvil para dar paso a otros vehículos. Así, durante esta aproximación, observe con antelación las condiciones de la circulación, incluidos los vehículos que vienen por detrás. “En puntos críticos como intersecciones y glorietas, observar con anticipación es la forma de obtener la información necesaria para tomar las decisiones adecuadas”, apunta Serena. A continuación, señalice su intención de girar. Solamente cuando sea seguro maniobrar, el conductor empezará a reducir la velocidad: presionando el pedal de freno, aumentando progresivamente la intensidad, y bajando a marchas más cortas –si el régimen del motor lo requiere– hasta girar o incorporarse a una velocidad adecuada, o incluso detener el vehículo antes si fuera necesario ceder el paso.
6.- Frenado de emergencia
Actualmente, el pedal de freno es el más asistido por ayudas electrónicas, que actúan tanto si se usa por exceso como por defecto. Una de ellas es el sistema de frenado de emergencia autónomo, capaz de actuar sobre los frenos para frenar e incluso detener el vehículo cuando detecta que se va a producir una colisión. En cualquier caso, cuando una situación de peligro (atropello, retención, animales en la calzada…) nos sorprende al volante es necesario saber reaccionar correctamente. Para hacer una frenada de emergencia, el conductor debe pisar el pedal de freno a fondo (con cambio manual, también el embrague) sin aflojar la presión, aunque sienta la vibración del sistema ABS sobre el pedal. “En una frenada sorpresiva debemos aplicar toda la potencia de frenado sin contemplaciones ni asustarnos. Los vehículos actuales frenan mucho y bien, y no aprovechamos toda su capacidad de frenado. De esta forma acortamos la frenada y, al no bloquear la dirección, la conservamos para esquivar” un posible obstáculo, apunta Juan Ignacio Serena.
7.- Pendientes: sin abusar del freno
Las carreteras de montaña, reviradas y estrechas, suelen ser tramos que exigen máxima concentración al volante. Para bajar un puerto de montaña es clave saber cómo adaptar la velocidad de circulación, no solo a las características de estas carreteras, sino también a las condiciones atmosféricas que encontremos en ellas. Las principales premisas al descender por pendientes prolongadas son velocidad adecuada y uso moderado del freno en todo momento. Por tanto, antes de llegar a una curva muy cerrada, deberemos tocar el freno –siempre suavemente– y conseguir la velocidad adecuada. Al salir de la curva, cambiaremos a marchas más largas adecuadas al trazado. Observar la señalización también permitirá prever la próxima frenada: las señales de peligro le indicarán la inclinación en los tramos de más pendiente y la dirección de las curvas. Y el número de paneles direccionales superpuestos, la peligrosidad de cada curva. “Frenar en exceso bajando un puerto de montaña puede sobrecargar el sistema de frenado y provocar la pérdida de eficacia por calentamiento, especialmente en el eje delantero debido al reparto de masas –soporta más peso– y hacernos salir de la curva. Y acelerar en exceso exige frenadas fuertes, desgasta los frenos y dispara el consumo”, señala Juan Ignacio Serena.
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