
¿Cómo le sientan a su organización las malas noticias? ¿Cómo tratan ustedes a los mensajeros que las traen?
Las respuestas a estas preguntas son un indicador clave del progreso de la cultura preventiva en una organización.
Una organización que oculta o ignora las malas noticias, que prefiere mirar hacia otro lado cuando algo sale mal, es una organización que no aprende de sus fallos y que acaba anclada en la mediocridad. Representa una cultura preventiva patológica o reactiva, que sólo se ocupa de los problemas cuando le explotan en las manos o cuando se lo imponen por presión legal. Estas organizaciones suelen mirar mal al mensajero de malas noticias, cuando no lo castigan directamente.
Hay otras organizaciones que simplemente toleran las malas noticias aunque un poco a regañadientes. No les gusta enfrentarse a sus propios fallos, toda vez que suponen incumplimientos o no conformidades del sistema de gestión preventiva que diseñaron en su día. Esta es en realidad una cultura de auditorías orientadas más a limar las desviaciones de la norma que a mejorar la efectividad en la obtención de resultados. En estas organizaciones los mensajeros se aceptan pero no generan precisamente entusiasmos.
Por el contrario, las organizaciones con una cultura de excelencia preventiva se caracterizan por poner en valor al mensajero y por buscar activamente las malas noticias como una oportunidad para aprender de los fallos. Sienten un desasosiego crónico por descubrir a tiempo qué es lo que puede ir mal con el fin de poner los medios para evitarlo.
Este aprendizaje continuo requiere dos cosas básicas: no dormirse en los laureles y tener buenos y rápidos mensajeros.
