
Somos los que hemos sido. Y para aquellos que nos dedicamos a la prevención creo que puede de ser de interés dedicar algunos minutos a reflexionar sobre el nacimiento del management.
Existe un señor que nació allá por 1856 y que aún hoy sigue siendo considerada la persona que más influencia ha tenido en el mundo de la gestión empresarial. La prestigiosa Academy of Management situó en 2001 a los Principios de la administración Científica como la publicación más influyente al respecto, libro que fue publicado por primera vez en 1911. Lo que es indiscutible es que Frederick Taylor protagonizó una auténtica revolución mental en la industria. Pero esa revolución ¿tuvo en cuenta la seguridad y salud?
Es importante no perder de vista que su pensamiento se asienta sobre la base de un axioma fundamental: una gestión empresarial no puede tener otro objetivo que el de conseguir el máximo bienestar tanto para empresario como para sus empleados y el modo de conseguir ese logro es a través de la racionalización. También hay que tener en cuenta que muchos de los que dicen aplicar los principios de la administración científica realmente no lo estaban haciendo, Taylor ha sido injustamente tratado y muchas veces sus principios en la práctica han quedado reducidos al uso del cronometro.
“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños”. Cicerón.
Cualquier técnico de prevención alguna que otra vez en su vida profesional se ha podido ver en el aprieto de tener que lanzar con una ingenuidad pueril, casi avergonzante una pregunta que es fundamental y que no es otra que la pregunta por el cómo se hace algo, o por el propio saber de la tarea:
Señor/a ¿en qué consiste su trabajo de palear, de cortar palillos de metal? ¿Qué hace usted para inspeccionar las bolitas de bicicleta etc…? ¿Qué herramientas se ponen en juego? ¿Qué movimientos tiene que realizar? ¿Por qué se hace de ese modo, no es posible de otra forma? ¿Crees que es ese el mejor modo de hacer las cosas? ¿Por qué? Y seguro que no han sido pocas las veces que esa simple pregunta ha logrado el enfado desairado del entrevistado… ¡Siempre se hizo así! No tienes ni idea ¡estos de prevención no saben de nada…! Creo que cuando ante una pregunta existe ese tipo de reacciones es porque probablemente se trate una pregunta auténtica, de esas que ponen de manifiesto un problema real, es por eso por lo que los entrevistados se atrincheran en actitudes de defensa.
Y realmente, el saber del cómo es fundamental para cualquier actividad preventiva: una evaluación necesita saber en qué consiste la tarea con pelos y señales, una investigación de accidente, una inspección de seguridad…etc. ¡a qué se deberá tanto enfado!
Frederick W. Taylor se dio cuenta del problema. El cómo se hacen las cosas es algo que el empresario, el jefe, el gerente de principios del siglo XX nunca había llegado a controlar en detalle. Los trabajadores de su época habían ido aprendiendo su oficio de oído, realizaban las tareas de ese modo, simplemente porque siempre se había hecho así, por su propia experiencia, o por imitación de aquellos que disponían del conocimiento, por puro ensayo y error, sin ninguna base objetiva que lo sustentara. De este modo era muy fácil encontrarse no solo con muchos y diferentes modos de hacer una misma cosa, sino con un conocimiento secreto, y difícil de objetivar acerca del cómo. Con este panorama era especialmente complicado controlar la producción de cualquier proceso y cuanto más controlar la propia seguridad. ¿Qué es el trabajo a destajo sino el reconocimiento implícito de la imposibilidad de controlar el cómo se hacen las cosas y la necesidad de recurrir a la retribución del producto final? Pero si no se sabe del cómo y solo se preocupa por el resultado ¿Dónde queda la seguridad y salud?
Ante tal situación, Taylor se toma en serio la búsqueda de la ciencia de la tarea, y tiene fe en que es posible sacar a la luz los principios que deben regir el mejor modo posible de hacer un determinado trabajo, en esto consiste su gran revolución, en aplicar una base científica a lo que antes era sólo una cuestión experiencial. Resultan especialmente sorprendentes los ejemplos que trata Taylor, cuya relectura desde una visión prevencionista es realmente revelador: el arte de palear, de colocar ladrillos, de cargar lingotes, el arte de inspeccionar bolitas de bicicletas… Es totalmente reseñable como detrás de cada ejemplo se encuentran soluciones preventivas para las tareas analizadas y es sorprendente ver como el mismo padre de los conceptos de eficiencia, de productividad que han gobernado el mundo de la empresa hasta nuestros días haya podido concebir en comunión la prevención, el bienestar y la producción.
A continuación extraigo tan solo unas frases a modo de ejemplo de lo que acabo de decir, referido al análisis de la tarea de las inspectoras de bolitas de bicicleta:
- “Un estudio de los más superficiales puso de manifiesto que una gran parte de las 10 horas y media, durante las cuales se daba por supuesto que las inspectoras trabajaban, se pasaba realmente en inactividad, debido a que la jornada de trabajo era demasiado larga”
- …“es cuestión de sentido común establecer las horas de trabajo de manera que los trabajadores puedan de veras trabajar mientras trabajan, y jugar mientras juegan y no mezclar ambas cosas”
- ……” dispusimos que al final de cada hora y cuarto de trabajo tuvieran un periodo de diez minutos de descanso para esparcimiento, durante esos periodos de interrupción se les obligaba a dejar el trabajo y se les alentaba para que abandonarán sus asientos y cambiaran totalmente de ocupación caminando un poco, hablando etc…”
¡Esto es concreción! y no aquellas medidas genéricas que suelen aparecer en nuestras evaluaciones de riesgos tipo donde lo más que llegamos a proponer es la realización de pausas periódicas!
Cualquiera que guste puede encontrar otros ejemplos similares en su obra: la adecuación de la pala y el peso de la carga en el arte de palear, o ajustar los movimientos en el arte de manejar lingotes… Creo que una lectura justa de Taylor nos pueden ayudar a comprender qué producción y prevención no tienen por qué estar reñidos.
Para finalizar voy a comentar una breve anécdota biográfica del joven Taylor, se cuenta que gracias a estos hechos Taylor logró un ascenso importante dentro de la empresa en la que trabajaba logrando el reconocimiento del presidente de la compañía quien dijo que lo ascendía porque había demostrado tener el sentido común suficiente para reconocer el hecho de que su empleador lo que deseaba por encima de todo eran actos que le permitieran para ganar dinero, y en segundo lugar lo ascendía porque con ese acto había demostrado tener el aguante y la agallas suficientes para llegar a hacer cualquier cosa por desagradable que fuera por el bien de la empresa. El relato no tiene desperdicio desde una óptica prevencionista:
“Una vez que había ascendido para llegar a ser el jefe de un pequeño departamento, hubo un desagüe que se atascó. Este desagüe corría a 7 metros y medio de profundidad, por debajo de la fábrica. Envió a una cuadrilla a que lo limpiaran. Pusiéronse a trabajar valiéndose de varillas empalmadas unas con otras y no lograron ningún resultado. Dijeron que habría de hacerse una zanja para ponerlo al descubierto.
Esto paralizaría la fábrica por espacio de varios días; de manera que Taylor decidió limpiar el desagüe por sí mismo. Quitose la ropa, pusose un mono, atose unos zapatos en los codos y la rodillas y metiose en el desague.
Varias veces tuvo que pegar la nariz a lo alto de la curva del desagüe para no ahogarse. Fue avanzando a gatas en medio de la oscuridad por espacio de casi 100 m. Encontró la obstrucción, la quitó de en medio y retrocedió por el tubo lleno de lodo.
Salió cubierto de suciedad pero victorioso. Sus compañeros de trabajo rieronse de él pero el presidente de la compañía se enteró del caso y lo contó al consejo de administración. Taylor había ahorrado a la compañía miles de libras esterlinas. Esto le procuró otro ascenso.”
Estoy seguro que pasado el tiempo, el Taylor de los principios de la administración científica, al recordarse así mismo dentro de la tubería de desagüé, todo cubierto de lodo con su respiración toda entrecortada por los gases, sentiría realmente no orgullo victorioso sino una profunda vergüenza por no haberse parado a pensar en el problema, pues siempre tenemos que encontrar el mejor modo de hacer las cosas (The one best way).
Bibliografía
TAYLOR, F. W. (1969). Principios de la Administración Científica (11° edición). México: Herrero Hnos. S. A.
José Manuel Rodríguez Carrasco. El origen y significado de los principios de la dirección científica de Frederick w. Taylor y su adopción en Europa en el primer tercio del siglo xx.
José Manuel Rodríguez Carrasco. Taylorismo. La revolución mental que llega a Europa. Universidad Nacional de Educación a distancia, Madrid 2015.
Agradecer a José Manuel Rodríguez Carrasco, catedrático emérito de Organización de Empresa de la UNED. Por su disposición para responder a las consultas planteadas.