
“La felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación”. Inmanuel Kant
Llega primero de años un importante directivo territorial de una importante empresa nos cita para tratar la planificación anual y también de modo adicional para examinar otras cuestiones. En dicha reunión siempre de modo pulcro, en tono amistoso-paternalista y tratando de mantener en todo momento la corrección política al extremo, con un bajo tono de voz al estilo Corleone Capone en aquella fría mesa de reuniones de su pulcro, frío y corporativo despacho, nos dice:
Como vosotros sabéis en nuestra compañía no concebimos que podamos hacer las cosas sin prevención, y los índices de accidentalidad son para nosotros de importancia fundamental. La semana pasada la dirección general contactó conmigo personalmente para mostrar su extrema preocupación por los datos de siniestralidad de esta delegación territorial, no es plato de buen gusto que desde la dirección general te llamen por ningún tema y mucho menos por estas cosas totalmente evitables, ¡y lo peor de todo es que yo no sabía darles ninguna explicación al respecto!, la verdad que no era consciente de que hubiera sido un año malo, no se mató nadie y no tuvimos apenas accidentes graves, pero repasando el asunto con nuestros servicios corporativos es cierto que no siendo un año malo sí que tuvimos muchos pequeños accidentes con baja: torceduras de tobillo, sobresfuerzos, accidentes que en otros territorios curiosamente no se producen. Para mi sinceramente son NI-MIE-DA-DES.
Al finalizar esta palabra se quedó mirándonos fijamente por encima de sus lentes presbíticas. Después de esa pausa paralizante prosiguió:
Yo sinceramente creo que con el esfuerzo que estamos haciendo entre todos estamos muy cerca de conseguir la accidentalidad cero y es una lástima que pequeñeces como estas nos alejen de nuestro objetivo. Yo no sé muy bien como gestionáis esté tipo de cosas en vuestra empresa pero lo mismo estáis siendo demasiado blandos con este tema….deberíais revisar vuestra política al respecto, a final de año se revisa el contrato marco y sería una lástima no poder contar con vuestra empresa. Nosotros creemos en la AC-CI-DEN-TA-LI-DAD CE-RO. Al finalizar se despide de modo educado, cordial y breve.
Llega primero de años y el Director General de una importante empresa contratista reúne a los trabajadores en la nave de almacén a primera hora de la mañana:
Señores, este año es muy importante para todos nosotros, como sabéis a final de año se revisa el contrato marco, y si queremos todos mantener nuestro empleo además de hacer el trabajo bien y conseguir aumentar los ratios de productividad, lo cual va a exigir de un esfuerzo extra por nuestra parte, y ya os adelanto que vamos a tener que iniciar el trabajo media hora antes y tratar de salir una hora después porque las cuentas no salen…, es muy importante que todos nos sensibilicemos con el tema de los accidentes de trabajo y tratemos de no dar parte a nuestro cliente de ninguno. Yo sé que siempre cuidamos este particular pero este año tenemos que ser muy exquisitos y vamos a ser muy vigilantes con las asistencias a la mutua. Y el que pase por la mutua se va a tener que reunir conmigo y darme muchas explicaciones de ello. Sé que hay percances como torceduras de tobillo o lumbagos que le pueden ocurrir a cualquiera tanto en el trabajo como fuera del mismo…y yo creo que la mayoría ocurren fuera… El tono del Director General un tanto amenazante hace que todos los trabajadores perciban claramente las posibles consecuencias negativas de accidentarse. Al final del mensaje repite de modo insistente, vamos a tener una “TO-LE-RAN-CIA CE-RO- CON –LOS AC-CI-DEN-TES”
Llega segundos de año, un trabajador de una empresa contratista sufre una pequeña torcedura de tobillo, todo ocurrió en el trabajo, caminaba por la obra y debido a la irregularidad del terreno se le fue el pie. En un momento al trabajador dolorido le aumento de tamaño el tobillo de modo considerable, el oficial al mando de la obra no sabe cómo actuar y se pone muy nervioso:
¡Lo que nos faltaba un accidente! ¿Qué hacemos? Es mejor que no vayas a la mutua porque como digas que te has accidentado se nos va a caer el pelo. Mejor ve a la seguridad social y di que te lo hiciste en casa….El trabajador quedó quince días con el tobillo enyesado. Vacaciones.
Llega terceros de año el Director General para reforzar el mensaje preventivo decide reunirse con los accidentados del año anterior a propuesta del técnico de prevención de la empresa quién considera que es una adecuada medida para poder exhibir ante los auditores el compromiso de la dirección con la prevención. De este modo cada uno de los trabajadores que se accidentaron el año anterior va pasando por el despacho del Director General:
“cómo sabéis los índices de accidentalidad son claves para que nuestra empresa pueda seguir trabajando, por accidentes como los vuestros nuestra empresa tiene unos índices que nos sitúa muy por encima de los datos de la competencia”. ¿Sois conscientes del daño que hacéis a la empresa? Recordar muy seriamente que todos vivimos de la empresa y necesitamos llevar el sueldo a casa. Ya sabéis los que tenéis que hacer…
Llega cuartos de año….
Llega quintos de año….
Todas estas situaciones no dejan de ser ejemplos de un determinado paradigma cultural empresarial. Un paradigma proporciona las pautas mediante las cuales se “filtran” los estímulos provenientes del medio y de ese modo se configuran las “formas” que vemos en la realidad y, al mismo tiempo, se censuran las “visiones” incompatibles con él.
Pensar que la accidentalidad cero es efectivamente realizable es apearse del proceso de mejora continua y no tener en cuenta la imperfección humana. La accidentalidad cero es importante pero siempre al modo de un Ideal regulativo que debe movernos. La importancia de la idea regulativa reside en que da dirección. Procedemos como si existieran tales objetos y la meta fuera posible conseguirla. El proceso de mejora continua nunca debe terminar, el ideal siempre perseguido pero nunca alcanzado.
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