
Autor: Alejandro Quintana Rivero consultor de Prevención de Fraternidad Muprespa. Técnico Superior en prevención de riesgos laborales. Máster en prevención de riesgos laborales en Seguridad, Higiene, Ergonomía y Psicosociología. Ingeniero Técnico de Telecomunicación.

7 de septiembre 1940. Londres. Suenan las sirenas avisando de un inminente bombardeo de la Luftwaffe. Esa detección temprana es posible gracias a un nuevo invento del que dispone el ejército británico: el radar. Londres se ha preparado para este ataque construyendo y habilitando refugios, ha puesto los medios. Como respuesta al aviso, los ciudadanos acuden en masa a los refugios antiaéreos distribuidos por la ciudad
SIN QUE SE HAYA DECRETADO LA OBLIGACIÓN de hacerlo. Sólo se les ha informado de lo que deben hacer, la población obedece por propia iniciativa y porque quieren salvar sus vidas. Londres fue bombardeada en 71 ocasiones y en todas se repitió el mismo proceso. Tras ocho meses de ataques el balance se estima en 40 mil víctimas mortales
Enero 2021. Cualquier ciudad española. Estamos en situación de emergencia sanitaria. Un virus potencialmente letal se está extendiendo entre la población, alcanzando sus picos máximos de contagio y sometiendo al sistema sanitario a una situación de estrés sin precedentes. A los ciudadanos se les ha informado de lo que deben hacer para protegerse.
Los mensajes han sido distribuidos con una extensión nunca vista gracias a los canales de comunicación masiva existentes. Nadie puede alegar falta de información. Sabemos lo que tenemos que hacer y tenemos los medios para hacerlo. Sin embargo seguimos esperando a que nos OBLIGUEN a adoptar las medidas.
Consultamos las noticias para saber en qué fase está mi municipio para ver si puedo reunirme con cuatro o con diez personas, porque queremos hacer todo lo que no esté PROHIBIDO hacer. Tras un año de pandemia el balance se estima entre 60 y 80 mil víctimas mortales (en función del tipo de cálculo efectuado).
A principios del pasado año tuvimos el aviso temprano (aunque tardó algunas semanas más de lo deseable). Se nos ha informado de lo que debemos hacer hasta la saciedad. Tenemos los medios para hacerlo. Aviso previo, información y medios. Lo que tenían en el Londres de 1940.
¿Esas tres condiciones resultaban suficientes en la sociedad de la primera mitad del siglo XX pero resultan insuficientes en la de principios del siglo XXI?
Alguien podría alegar que una guerra y una pandemia no son lo mismo. Y ciertamente no lo son. Pero en cuanto a sus consecuencias no son dos situaciones tan alejadas: Víctimas mortales. Víctimas con secuelas de por vida. Un ejército (militar o sanitario) agotado física y anímicamente. Economía y empleo terriblemente deteriorados. Problemas de salud mental y emocional en la población a largo plazo…
Entonces ¿qué ha cambiado? ¿Por qué ante ambas situaciones de amenaza vital hemos reaccionado como sociedad de formas tan radicalmente diferentes?
Creo que la respuesta hay que buscarla en un concepto que los prevencionistas conocemos muy bien: LA PERCEPCIÓN DEL RIESGO.
Es evidente que la comunicación, la información y su distribución han sido infinitamente más amplias en 2021 que en 1940. ¿No debería esa información haber hecho calar en la sociedad la sensación de riesgo? Es probable que estemos ante uno de los mayores fracasos informativos de la historia. Con más medios, más profesionales y más canales de distribución que nunca y no hemos conseguido trasladar a la sociedad un mensaje simple que en 1940 caló perfectamente con unos limitadísimos canales de comunicación: “Hay riesgo. Protégete”.
Los londinenses de 1940 percibían claramente el ataque aéreo como un riesgo GRAVE E INMINENTE para sus vidas. Sentían el peligro en cada uno de los 71 bombardeos que sufrieron. Sin embargo los ciudadanos de 2021 no tenemos, como sociedad, esa misma percepción de riesgo con la Covid-19. Sabemos que está ahí y sabemos lo que está haciendo, pero realmente no creemos que nos vaya a tocar sufrirla y mucho menos con sintomatología grave. Eso les pasa a otros, pobrecitos desafortunados. Los que engrosan esos números de las noticias.
La correcta percepción del riesgo es un problema complejo, al que también nos enfrentamos en otros ámbitos como los de la seguridad laboral, la seguridad vial o las adicciones. Esa percepción es una respuesta subjetiva frente a una amenaza, y esa subjetividad hace que el riesgo percibido sea muy difícil de cuantificar o parametrizar.
Sin embargo no podemos perder de vista que EL RIESGO ES REAL independientemente de la percepción subjetiva que tengamos de él. Yo puedo estar trabajando en una sierra de mesa sin las protecciones necesarias y no percibir el riesgo debido a que llevo 20 años haciéndolo. Pero el riesgo sigue estando ahí. A él le da exactamente igual cuál sea mi percepción. Puede bastar un estornudo inoportuno para que la amputación de una mano me lo recuerde.
La experiencia, la edad, la educación, la genética, la información, las vivencias… Muchos especialistas de diferentes ámbitos están estudiando qué factores son los determinantes para que los individuos tengan una percepción del riesgo especialmente alta o baja. Aún nos falta mucho por saber pero algunos estudios han llegado ya a la conclusión de que el exceso de exposición a la información sobre un riesgo, a la larga disminuye su percepción. Quizás es lo que nos pasa con los accidentes viales. A fuerza de repetir continuamente los datos de las víctimas del fin de semana, éstos pasan a ser números sin sentido.
No percibimos el drama que hay detrás ni el riesgo al que nos exponemos. Seguramente algo de eso también haya pasado con la Covid-19. Es posible que el hecho de que todos los informativos abran todos los días con el dato de contagios y fallecidos haya provocado el efecto de deshumanizar esos datos. Han pasado a ser números sin cara, sin familia. Nos da igual escuchar doscientos que quinientos (como si fuera lo mismo la caída de un avión comercial que la caída de dos aviones, nada menos).
Y siendo conscientes de que nos falta mucho para comprender los mecanismos que regulan la percepción del riesgo, ¿podemos hacer algo para ayudarnos a tener una percepción correcta?
La respuesta es que sí podemos. Hay diferentes estrategias, todas encaminadas a crear en las personas y en los colectivos una cultura preventiva. Se trata de dotar a las personas y a los entornos (familiares, laborales, sociales) de las herramientas adecuadas para que ante un riesgo previsto o imprevisto tomen las decisiones correctas, entendiendo correctas como las más seguras.
Concretamente en el entorno laboral en Fraternidad-Muprespa llevamos tres años trabajando con nuestras empresas asociadas la estrategia VISIÓN ZERO, desarrollada por la AISS (Agencia Internacional de la Seguridad Social). Esta estrategia basa la prevención de los riesgos en las PERSONAS, ya que parte de la premisa de que son éstas las que toman decisiones diariamente sobre el desempeño de sus tareas.
Busca crear, a través del liderazgo y de una comunicación fluida y bidireccional, un clima de confianza en el que los trabajadores y la empresa estén alineados con la idea de que la seguridad es lo primero y que sólo hay una forma de hacer las cosas: hacerlas de forma segura.

Están sonando las sirenas. Tenemos el aviso, la información y los medios. ¿Seguimos esperando a que nos obliguen o nos dirigimos a los refugios por iniciativa propia?
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