Se entiende por perspectiva de género la consideración de las diferencias entre los hombres y las mujeres. Estas diferencias pueden ser tanto biológicas (de sexo) como las que conciernen a los roles que desempeñan, los trabajos que realizan, los salarios que reciben, el poder que detentan, las responsabilidades que asumen o las expectativas que presentan, entre otras.
La necesidad de aplicar la perspectiva de género en la cultura preventiva se debe a la evidencia creciente de que los riesgos laborales y las patologías causadas por ellos afectan de manera desigual a los hombres y a las mujeres. No hacerlo tiene como consecuencia que se subestimen e incluso descuiden los riesgos reales, especialmente para la salud de las mujeres considerando, a su vez, riesgos específicos derivados de particularidades del género femenino como la maternidad, la lactancia, etc.
La gran incorporación de las mujeres al mercado laboral ha provocado cambios sociales y laborales importantes que obligan a introducir la perspectiva de género en el análisis de las relaciones laborales. En España, según los datos anuales de la Encuesta de Población Activa para el año 2021, de los 20,18 millones de ocupados, 10,83 millones son hombres, el 53,66% de la población trabajadora, y 9,35 millones son mujeres, lo que supone el 46,34% de la población trabajadora.
Las mujeres y los hombres tienen una presencia desigual en las diferentes ocupaciones y categorías profesionales, provocando segregación horizontal y segregación vertical.