
¡Cómo pasa el tiempo! ¡Un año! ¡Míralo! caminando solito, manos vacías, ojos llenos, siempre sonriente, todo henchido de curiosidad, ¿cómo será su primer día? Espero que no le pongan calabacines, ya les dije que no le caían bien ¿y sus compañeros? ¿Ojalá no enferme? Dicen que hay muchos virus en la guarde. ¿Y el día que enferme? ¿Cómo haremos con el trabajo? ¿Me dará tiempo a todo? ¿Y si hay atasco? ¿Y si alguien me lo roba? ¿Existen ladrones de niños? ¿Me odiará con el tiempo por dejarle en ese sitio? ¿Le parecerá tan feo como a mí? ¿Irá dormido? Pobrecillo con lo que le gusta estar en la cama hasta tarde.
Mientras conducía hacía su trabajo, aquella mirada de su chico llena de ingenuidad y extrañamiento reverberaba con mucho poder en su interior, se sentía culpable de todo, la vida hacía muchos segundos que había dejado de tener sentido y se manifestaba en todo su amargor, él allí perdido en un lugar gris burocrático extraño de gentes desconocidas, la casa desordenada, ¡ya se me olvidó tender las camisetas!, y mi marido seguro que aún enojado, otra noche sin tener sexo… ¿y en el trabajo se acordarán de mí? Esa mirada del pequeño era sentida en su interior toda llena verdad. Lloraba en medio de un gran atasco, a su derecha dos conductores un hombre y una mujer apoyados en el capó se intercambiaban los datos para cumplimentar el parte amistoso, por unos segundos la mujer accidentada le miró fijamente mientras esperaba que el otro conductor estampara su firma; esa mirada era muy diferente a la de su chico, eran unos ojos iracundos, a la defensiva, de animal salvaje apaleado, los hechos le confirmaban todo aquel sinsentido.
Al fin llegó al enorme edificio central de la compañía, tras estacionar su vehículo en la zona no reservada se maquilló ligeramente en el coche. Físicamente el tiempo parecía haberse congelado, la arquitectura, el paisaje, el mobiliario, la pintura de las paredes, el olor del fregasuelos industrial, todo parecía lo mismo pero no era igual, nada más avanzar unos metros por la esquina del edificio pudo darse cuenta de que el paisaje humano sí que había cambiado, no reconocía ni el rostro del portero, ni del vigilante de seguridad, ni de la recepcionista, y a otros los reconocía con dificultad , algunos eran algo más gordos, otros algo más delgados, o con algo más o menos barba, o con más o menos pelo, incluso sin pelo, calvos, todos más viejos, otros ahora sin gafas, otras mejor vestidas, o en otros puestos, con peinados muy diferentes etc. El lugar siempre fue el mismo desde los inicios lo que cambian son sus gentes.
Y es cierto que así fue, tras los primeros minutos en los cuales su presencia parecía suponer un atentado contra la normalidad productiva de la compañía, la dulce formal bienvenida dio paso a la iracunda e inhóspita realidad tras la que pudo comprender que en aquel espacio conocido hacía tiempo que había dejado de ser persona grata.
.-No esperábamos que te incorporaras tan pronto. Le dijo el jefe. – Pero ¿cómo es posible que no lo supiera si tuve que enviar un mes antes un comunicado oficial sobre mi reincorporación? – Ahora mismo están configurando tu ordenador y tu puesto de trabajo. – Realmente no parecían tener ninguna tarea preparada para mí.- Se sentía como una sobra alimenticia olvidada en un viejo taper al fondo de la nevera. Y como nadie sabía muy bien qué hacer con ella le dijeron que se pasara por la sala de formación para que el departamento de prevención le impartiera la formación preventiva de reincorporación tras ausencia prolongada conforme marcaba el procedimiento correspondiente según los manuales corporativos de la compañía.
La sesión fue de pura formalidad, le mostraron con insistencia las diferentes vías de evacuación del edificio, el punto de encuentro, y las conocidas como normas básicas de seguridad laboral: cogerse al pasamanos, no llevar tacones, regular correctamente la altura de la silla en relación con la pantalla, no hablar por el móvil al conducir, ni al bajar las escaleras, no acudir a la mutua salvo autorización expresa de su superior jerárquico…, después de modo confuso y titubeante se trataron las cuestiones invisibles, -ya sabéis todos estos temas del estrés que se resumen en algunas sentencias sapienciales antiquísimas: organiza bien tu trabajo, conoce tus límites, nada en demasía etc. Para finalizar el monitor repitió de modo insistente el mantra de la compañía: safety first, safety first,safety first…
¡Pero este tío es Jiligapatuco! Se decía para sí mismo, ¿aprender a decir no? Si yo pudiera decir no, ya te aseguro que no estaría aquí ¿mis límites? Hacía ya mucho que mis límites se habían ensanchado tanto como la piel de mi ombligo ¡jiligapatuco!
Después pudo salir con sus antiguos compañeros a tomar el café matutino. Aunque su interés era presumir de todo lo bonito que era su chico, todos parecían más preocupados por su horario de trabajo que por las experiencias de una madre primeriza. -Tengo reducción me tengo que ir a las tres para recoger al niño a las tres y media ¿y no puedes echar horas? Imposible tengo que recoger a mi chico. ¡Uf! ¡Qué suerte! nosotros llevamos unos meses que no salimos antes de las seis de la tarde. Además dicen que por ser madre quedas blindada en la empresa y no te pueden echar. Eso dicen…aprovecha que están las cosas muy mal, y los fines de semana ¿tampoco podrás trabajar? No lo había pensado pero al tener reducción de jornada yo creo que no debería echar horas extra de ningún tipo, entonces ¿festivos tampoco? ¡Qué suerte hija…!
Ese fue el único día que pudo tomar su café matutino, porque nada más llegar a la oficina su jefe en tono irónico y en presencia de todos le dijo:
.-Te andaba buscando, ¿tienes reducción de jornada verdad? Eso dijeron en recursos humanos, claro al ser madre….- Por hoy no pasa nada porque te están configurando tu puesto, pero intenta venir desayunada porque hay mucho trabajo para ti…mucho, mucho…estábamos deseando todos que vinieras a ayudarnos….-el jefe luego la llevó a su despacho y en tono amistoso, le explicó el tipo de trabajo que tenía que realizar, lo mucho que valoraba la empresa su profesionalidad, como ella destacaba por encima del resto de empleadas de la oficina así como la nueva organización por objetivos y competencias …- No te preocupes por tu reducción de jornada, lo importante en nuestra compañía no es el tiempo que pases aquí sentada en la silla sino sobre todo que nos ayudes a cumplir con los objetivos departamentales y para ello tienes que cumplir escrupulosamente con tus objetivos personales, todos lo hacen, así que tú que eres mucho mejor que ellos no vas a ser menos, ya sabes lo mucho que confiamos en ti.-
Las palabras de su jefe muy pronto se tradujeron en destajo. El segundo día de trabajo a las tres menos cinco todavía le faltaban cinco expedientes para cumplir con su objetivo personal, ella sabía que no podía fallar a la empresa pero tenía que recoger a su chico, la tensión hacía que sus tripas se resintieran y a pesar del hambre que sentía porque llevaba desde las seis de la mañana sin probar bocado, lo que realmente tenía eran ganas de pan-vomitar, a las tres y cuarto, avisó a su jefe quién no le oía porque estaba ocupado hablando por teléfono, nerviosa volvió a insistirle, .- lo siento tengo que irme…., dejando esos expedientes pendientes sin hacer….-¡no te preocupes ya lo hacemos nosotros!.- Sus compañeros le miraban como si hubiera desertado en plena batalla, sabían todos que por su culpa tendrían que salir mucho más tarde…una desertora.
Dicen que en la antigua roma los desertores sufrían un castigo denominado fustuarium: el reo era golpeado con estacas hasta la muerte por sus propios compañeros, todos podemos imaginar cómo acontecía aquella muerte, cómo el condenado era apaleado por aquellos con los cuales había compartido toda una vida militar, también dicen que en esos momentos de tensión el cuerpo es capaz de liberarse de todo hasta morir.
Y eso fue lo que le ocurrió a nuestra madre que poco a poco fue probando del antiguo castigo militar romano: un día algunos dejaban de hablarle, otros reían a su paso, otro día se hacían los sordos, otro día le pedían que trabajará el fin de semana, unas veces su jefe le reñía en público por los objetivos incumplidos, otras veces por cometer algún defecto protocolario, otras por su falta de puntualidad; otros por su forma de vestir, otras por su lentitud, por sus dudas, incluso su vida personal parecía ser motivo de conversación entre los pasillos. Sin confianza en sí, su mirada poco a poco se fue transformando en la de aquel animal huidizo apaleado.
De nuevo las tres y cuarto, las tripas revueltas….-¡sal rápido tienes que recoger a tu chico!, ya te avisaron en la guardería que no podías llegar tan tarde….-pero esta vez no pudo soportarlo, sentada en el coche en medio del gran atasco en aquella salvaje ciudad se cagó toda encima…el hedor, el atasco, todo estaba manchado de mierda, sus bragas, el vestido, la tapicería, sus lágrimas, su chico…ya nada merecía la pena…ya no quería volver a trabajar, ni recoger a su chico, ni estar con su marido…en ese instante pudo sentir con claridad que ya no quería vivir, que esa no era vida, el interior de su coche era la gran metáfora de lo que había pasado a ser.
Como pudo se quitó las bragas, con toallitas húmedas limpió todo lo que pudo y pasó a recoger a su chico. Entre lágrimas lo sentó en su sillita, con las ventanas abiertas para aliviar el olor. Entre lágrimas y avergonzada siguió conduciendo en dirección a su casa. Pero su chico con esa curiosidad infinita que sólo los niños y los locos aún pueden conservar, tras observarla y oler, balbuceante le dijo todo sonriente: “Mamá tienescaca del trabajo, caca, no pasa nada, en casa no caca, casa limpia, mama guapa”
Entre risas y lágrimas le respondió: si, es una caca del trabajo le pertenece a ellos. Te juro que ya no volveré a traer más caca del trabajo a casa. La caca no es mía, es de ellos.
Cuando ya estaban cerca de llegar a casa la madre volvió a girar en la rotonda y cambiando de sentido se dirigió de nuevo hacia el enorme edificio de la compañía. Con su chico en brazos se dirigió decidida hacia las oficinas donde existía un gran buzón de sugerencias y en el mismo depositó formalmente todo aquello que erróneamente había estado llevando a casa. Dejando una nota donde escribió lo siguiente:
“Estimados señores por error me he estado llevando a casa algo que no era mío poniendo en peligro la seguridad de mi familia, por favor deberíais revisar los procedimientos al respecto. Ya sabéis: safety first, safety first, safety firstJ”
Desde aquel día ya nada volvió a ser igual y su mirada volvió a resplandecer en medio del gentío con todo el poder que sólo los niños y los locos son capaces de reconocer.
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